Fotos antiguas
- Enrique Iriso Lerga
Las fotografías atávicas se ven y se leen en blanco y negro, sin retoques ni filtros. Imágenes descarnadas, realistas, figurativas, intensas, verídicas, que reflejan realidades inmediatas y sentimientos compartidos. Transmiten su mensaje más deprisa que las palabras. Buscan la interacción con el receptor. Lo asombran. Captan su atención. Lo horrorizan o lo entretienen, porque lo enfrentan constantemente a un misterio, nunca a una certeza. Las fotos hacen presente lo ausente y visible lo invisible. Este rapto instantáneo de fragmentos de la realidad conduce a la reflexión. Retratos intensos que reviven acontecimientos históricos del pasado. Tratan de resucitar lo que pensaban aquellas gentes. En sus rostros y expresiones aparecen las preocupaciones, vivencias, deseos, aspiraciones, estados de ánimo… Poseen certezas de largos años de historia, saben de dónde vienen. Respetan prudentemente los logros de sus antecesores, responsabilizándose de alcanzar metas factibles y evitar que las cosas malas se lleven las cosas buenas. Al visionar las arcaicas fotografías uno no olvida que en ellas se encuentra el viejo y lejano manantial, que nos identifica también a nosotros. Compartimos sentimientos, aunque no lo parezca. Es bueno educar al personal para que se respete lo que sus ascendientes fueron o hicieron, de lo contrario parece que los queremos abandonar. Sin ellos surge una vacía improvisación, porque la ausencia de historia trae consigo una grave carencia de respuestas. Aquí nos quedamos, como diría el poeta, “con miedo en el corazón y llanto en los ojos”.