Un grito de auxilio y esperanza
- María Sanabdón Muñoz
- nutricionista directora del Instituto Sanae
Soy nutricionista especialista en TCA y obesidad infantil y me gusta el lema elegido este año conmemorando el Día Mundial de los TCA (“Gente Real. Recuperación Real”), porque desmiente el falso mito de que los TCA (trastrosnos de conducta alimentaria) son incurables. No es menos cierto que los TCA causan complicaciones psiquiátricas y físicas y son los trastornos mentales con mayor ratio de mortalidad, teniendo los jóvenes entre 15-24 años que padecen anorexia 10 veces mayor riesgo de morir que los jóvenes de esas edades que no padecen un TCA. Desde el inicio de la pandemia de la Covid-19 se ha dado un incremento vertiginoso de casos. Se estima que afectan al 4,3% de los jóvenes de 12-21 años, convirtiéndose cada vez más en un problema de salud pública (aunque no figura en las agendas). Los TCA se caracterizan por angustia emocional, física y social, un patrón alimentario alterado y, en algunos tipos, una preocupación excesiva por el peso, la figura y miedo a engordar. Los más conocidos son la anorexia, la bulimia, sin embargo, el más frecuente es el trastorno por atracones.
El origen de los TCA es una mezcla de genética y biología, además de factores psicológicos y ambientales. El tratamiento debe ser interdisciplinar y dura 2-5 años, pero cuanto antes se detecte y se trate, mejor es el pronóstico. Hasta aquí queda claro que los TCA son enfermedades a prevenir. Pero, ¿qué podemos hacer los educadores y familias por nuestra parte?
Los expertos nos dicen que prevenir no es aumentar los conocimientos acerca de los TCA, pues lejos de reducir su incidencia puede incluso aumentar los síntomas, sino que la prevención debe dirigirse a reducir los factores de riesgo y fomentar los factores de protección. En el día que se celebra hoy y como nutricionista quiero alertar sobre los factores ambientales que se consideran más importantes como disparadores de los TCA. En concreto, quiero señalar a la “cultura de la dieta”, ese constructo basado en la creencia de que una persona con un cuerpo delgado disfruta de salud, felicidad y éxito en la vida. Potenciada por los medios de comunicación, falsos gurús de la nutrición y el fitness a través de RRSS, esta creencia conduce a una obsesión con comer sano y/o ligero, con el peso/forma corporal y con el ejercicio.
La “cultura de la dieta” cataloga a los alimentos como buenos o malos y relaciona la forma o peso de las personas con su capacidad de disciplina y valía. En definitiva, otorga un valor moral superior a quienes consumen alimentos buenos y/o tienen un cuerpo delgado. Prevenir es, por un lado, transmitir la realidad de que el peso de las personas no dice nada sobre su salud, su alimentación o valía como persona (la “obesidad” es multifactorial y enfocarse en la pérdida de peso puede hacer más mal que bien) y de que no hay alimentos que por sí mismo enfermen o engorden, así como que existen determinantes de salud de mucha más importancia que la nutrición. Por otro, que lo que asumimos como deseable son solo estereotipos creados por los MMCC y RRSS, hay belleza en diversidad de formas corporales.
Prevenir es educar en el respecto y el cuidado del cuerpo, atendiendo a sus necesidades con conductas que promueven la salud en todo tipo de cuerpos (alimentación variada y equilibrada, ejercicio físico y descanso) y no para alcanzar un ideal irreal de cuerpo.