120 aniversario
José Ramón Intxausti Beristáin: el librero que cuelga las noticias de Leitza en una pared y reparte los diarios en patinete
En la librería Maimur se encuadernaban de manera artesanal los fascículos que repartía Diario de Navarra los domingos

Actualizado el 18/03/2023 a las 08:11
Cuelga del arco de la entrada a la Librería Maimur -despacho de venta de material escolar, periódicos y encuadernaciones y toda suerte de novedades que acaecen en Leitza-, una descripción que es una declaración de buenas intenciones: “Desde los comienzos, en el año 1991, las premisas principales de este establecimiento han sido ser serviciales y ofrecer nuestros productos manteniendo la mejora relación calidad precio. La cercanía con nuestros clientes nos caracteriza y las ganas de satisfacer sus necesidades, nuestra prioridad. ¡Gracias por formar parte de todo esto!”.
A pie del ideario e invitación de complicidad, desciende una cascada de recortes de prensa, con las noticias del pueblo reproducidas en los periódicos del día. Si Diario de Navarra traslada a sus páginas alguna novedad de Leitza, por nimia que sea, ahí que está en la columna informativa que recuerda al resumen de presentación que asomaba en los kioscos en un tiempo huérfano de nuevas tecnologías. El improvisado soporte de difusión hace también las veces de punto anunciador de decesos con las esquelas de los periódicos.
El repaso a la prensa, con la consecuente selección de la información local, es asumido con agrado por José Ramón Intxausti Beristáin (Amaroz, Tolosa, 1960). Regenta desde hace tres décadas Maimur, en un rincón de la calle Elbarren, que se abre al epicentro de la vida social que late sobre la explanada de la plaza. Pura cortesía con la clientela, atendió a una observación de Marian Lasarte Baraibar, con la que comparte dos hijos -Ane y Martxel, de 27 y 25 años de edad, respectivamente-, para que aparcase su actividad de repartidor de refrescos y se uniese a ella detrás del mostrador de palabras escritas, dichas y mejor escuchadas.
“Tuve la posibilidad de trabajar en la papelera de Amaroz , pero no quise. Así que me dediqué a repartir casi como autónomo cajas de Kas. Había entonces mucho movimiento y se ganaba bien. Menos mal que le hice caso a Marian, que me dijo que lo dejase porque hoy no sé si aguantaría con tanto peso”, adorna sus recuerdos con una sonrisa. Sin intuirlo, el destino le esperaba en un rincón de Leitza, envuelto en distintos formatos de papel. Fue como si su vida estuviese unida por un hilo umbilical de celulosa.
El barrio de Amaroz donde nació - “los de allí no somos de Tolosa pero pertenecemos a Tolosa”, vuelve a reírse-, se alza junto a la carretera que discurre paralela al río Araxes y se adentra en Navarra por el valle de Araitz y Betelu. Hasta su traslado relativamente reciente, el barrio estuvo impregnado de la actividad que generaba su papelera.
A él ha regresado por avatares de la vida para instalar su lugar de residencia. Tres son los únicos días al año, de fiesta de guardar en el calendario de la prensa -Navidad, Año Nuevo y Sábado Santo-, que no recorre la media hora que le separa en coche de Maimur. Su nombre contiene un mensaje mágico, referido a una cueva situada en un recodo de la ascensión desde el núcleo urbano de Leitza hasta el cruce de carreteras de Goizueta y Ezkurra.
REPARTO EN PATINETE
Enérgico y voluntarioso como es, en proporción equilibrada a su trato afable y servicial, atiende presuroso al despertar de cada día. Suena a las cinco su despertador para estar “sobre las seis menos cuarto” en la puerta de la librería con la entrega para entonces recibida de tres cabeceras, entre ellos, Diario de Navarra. Sin tiempo que perder, se sube al monopatín que, con buen criterio y mejor ojo, le regalaron sus hijos para hacer más llevadero el reparto por el entramado urbano. Distintos establecimientos hosteleros jalonan su itinerario, supeditado a una segunda remesa de periódicos, que llega a eso de las “seis y media o siete menos cuarto”.
Lo que antes era a pie, ahora es una tarea que va rodada. En treinta minutos completa el doble circuito. Los fines de semana, cuando no hay reparto de Correos que lleve a los suscriptores el ejemplar del día, tiene a bien suplir la ausencia con la entrega que corresponde en la misma bolsa donde humea el pan recién hecho. Todo un placer para el paladar y la vista. “Hay personas que hasta quieren darme dinero por hacerles llegar el periódico. ¡Si no me cuesta nada!”, es la respuesta servicial que ofrece. Hay hogares de suscriptores de Diario de Navarra que figuran en su periplo de sábados y domingos.
Los cambios de hábito operados, con la eclosión y fomento de las nuevas tecnologías, han hecho mella en las ventas. En época de bonanza, cuando la asistencia a misa era también más numerosa, la actividad era profusa en el mostrador. “Me acuerdo que el Diario de Navarra se vendía a 150 pesetas e igual un domingo, a la salida de misa, se vendían del orden de 130”. Eran otros tiempos, imposibles de comparar por las propias circunstancias actuales que apuntan a otros modelos y formas de estar al tanto de lo que ocurre alrededor y en el mundo.
Lo que hoy pueden representar las series de una plataforma audiovisual llegaban a cada hogar en forma de fascículo coleccionable entregado con el periódico del domingo. Toda temática centrada en Navarra, troceada en intervalos de siete días - “me acuerdo la de Induráin”-, despertaba el interés de no pocos lectores. José Ramón Intxausti se aplicaba en la encuadernación artesanal con dos mecanismos, uno de ellos fabricado con sus propias manos y que aún hoy luce al fondo de Maimur. “¿Te acuerdas de la final que jugaron Oinatz y Abel, Bengoetxea e Barriola? Pues cogí todos los recortes de prensa de todos los periódicos desde su primer partido hasta la final y les hice un cuaderno. Sólo hay tres, uno para cada uno de ellos, y el tercero para el de Maimur”, remata la anécdota con otra expresión alegre. Cuando Mikel Nieve “fue al Tour, lo mismo. Desde la primera etapa hasta la que acaba. ¡Taca!”.
Siente o, mejor dicho, vive el deporte, como practicante que fue cuando, con 19 años, “iba para estrella” como jugador de fútbol en el Añorga, junto a Jose Mari Bakero, y con 21 “acabé estrellado”. Una imagen y un trofeo en una estantería dejan constancia de su etapa de atleta, con un cuarto puesto en la Behobia-San Sebastián al año de colgar las botas, con 28. Todo un mérito para quien rezuma vitalidad, desprovisto de mirada egocéntrica y dado a hacer favores a quien se los pide. También para dibujar su perfil y para posar con el patinete a la entrada de Maimur, donde cuelgan las novedades que acontecen en su querida Leitza