Larretxea se acerca a sus coordinadas vitales

Es consciente de que Meridianos de tierra, su último poemario, en prosa, es intenso, que exige al lector más atención, adentrarse en las páginas. Como si fueran las capas de la tierra. Y no solo por lo que cuenta, que también, sino por lo que evoca, por el universo que ha intentado crear utilizando imágenes superpuestas. A través de este libro, el séptimo ya, el poeta Hasier Larretxea (Arraioz, 1982) quería retratar su inquietud social, en este caso adscrita a un lugar, el Pirineo, los valles atlánticos de Navarra, y a un tiempo que va desde la dictadura a los días de hoy, retrotrayéndose a años anteriores para hablar de falta de libertades y restricciones morales y sociales. Pero las historias que narra son universales, vivencias por lo tanto extrapolables también a una persona en Tierra Estella, o en la Ribera, o en el Baztan... “Cada poema”, explica el autor, “podría ser un pequeño fotograma de un momento concreto de esa película que puede ser nuestra vida y el pasado de nuestros abuelos, esas historias que se quedan a veces en esas reuniones familiares. Es el punto de partida, desde el que elaboro la ficción con elementos que me interesan y me parecen poderosos para el lector y para mí. Ese imaginario entre lo simbólico, lo místico, lo pagano, lo religioso y lo crudo, lo salvaje a veces de esas vidas en los valles, donde, también a veces, lo salvaje es tierno”. Y es que de siempre le ha atraído lo que hay detrás de las leyendas, de esas historias entre lo real y lo ficticio, los solsticios, lo que rodea a la sabiduría de trabajar la tierra, de vivir en un entorno hostil, inhóspito y tener que tirar para adelante contra las adversidades y las realidades, “algo que no ha sido nada fácil en esos entornos donde no existía la abundancia, sino la carencia”. Larretxea presenta en este poemario en prosa los temas que le inquietan, le perturban o le inspiran cuando se sienta a escribir. De cómo nacer en un lugar concreto puede hacer que una persona se desarrolle de una manera u otra, o entienda la vida o la sociedad o el mundo en relación al lugar donde nace y crece. Y se sirve de la colectividad, de la comunidad, porque precisamente su propósito fue no hablar desde la primera persona y de la familia más cercana, sino desde la tercera persona del plural, del “ellos”. El título le llegó al final. La tierra era una imagen y un compendio geográfico que le sugestionaba, también desde la perspectiva de aldea, de valle. Quería que fuera una invitación a encontrar ese lugar, ese meridiano, esa coordenada tanto física como vital de una persona, o de los habitantes de cualquier lugar. Meridianos de tierra ha ido madurando durante años, mientras su autor trabajaba en otros libros, de manera paralela. Lo considera heredero de Larremotzetik (2014) -al que siguieron Niebla fronteriza (2015) y De un nuevo paisaje (2016)-. Le ocurrió con aquel primero que salieron textos que no encajaban, tampoco después en los dos siguientes. Sin embargo, han encontrado su lugar en Meridianos de tierra, junto a textos nuevos, del último año. Ahora son 79, comprimidos, exprimidos, 79 poemas individuales que, no obstante, se entienden como un todo, como una lectura circular, como si fuera un texto largo. NOSTALGIA DE LEJOS El poeta utiliza la sutileza para ahondar en temas como la memoria histórica, las libertades “en mayúsculas”, las zanjas, la amplitud de miras y lo diferente. “Temas que nos incumben hoy y que han marcado los rumbos y maneras de mirar en los valles de Navarra.” La sutileza en tratar la memoria histórica se advierte cuando cita esas cruces fuera de los cementerios que uno encuentra caminando por los montes, o los símbolos, o las historias familiares y locales que se cuentan respecto del pasado, “y las zanjas y meridianos, las capas tectónicas que no entierran del todo ese pasado que sigue latente”. A Larretxea se le nota nostálgico en los textos. Escribe sobre aquello que conoció o que le contaron y que ya no está. Escribir es para él es una manera de estar en el lugar de origen o en lugares donde ya no habita. Y de recordar lo que ha dejado atrás después de once años viviendo en Madrid. Con la escritura, apunta, trata de encontrar sus coordinadas vitales y las de la comunidad, “y dialogar con todo aquello”. “Y es verdad que existe nostalgia: a esa infancia, mayoritariamente, y una reflexión de todo lo que se está perdiendo con el paso de los años por el desarrollo y las opciones de las nuevas generaciones, costumbres, trabajos y maneras de vivir. Me genera nostalgia cuando voy de Madrid a Navarra”. Hay más, porque la distancia geográfica y emocional le ha hecho reflexionar sobre aquello que no tuvo un proceso interior cuando vivió en Navarra, pensando más en lo que ha dejado atrás, “la educación que has vivido, las historias arraigadas con la simbología ancestral…. San Juan, la matanza del cerdo, cortar la hierba, el caserío familiar… muchas historias de los abuelos que conforme fallecen se van perdiendo”.

Larretxea se acerca a sus coordinadas vitales

El poeta de Arraioz retrata en su poemario en prosa ‘Meridianos de tierra’ su inquietud social adscrita al lugar donde nació y a un tiempo que va desde la dictadura a nuestros días

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