Ángela Jiménez y Antonio Martín, una pareja de puro teatro

En ocasiones, cuando Antonio Martín Reyes llega a su domicilio, se encuentra con un cartel en la puerta en el que está escrito “Restaurante Casa Martín”, y sabe, automáticamente, que en el momento en que traspase la entrada empezará el juego. Se encontrará con su mujer, Ángela Jiménez Traín, y su hija, Abril. Aunque no serán ni su mujer ni su hija, sino dos camareras: con pajaritas al cuello y un paño en un brazo, le recibirán con un “buenas noches” y le preguntarán para cuántas personas quiere mesa. Si Antonio está solo, para uno, y si a Antonio acompaña su hijo Asier, para dos. Los ya clientes leerán el menú que han escrito en un papel las camareras, que resolverán sus dudas sobre los platos; pedirán qué quieren de cena; preguntarán sobre dónde está el servicio; comerán; comentarán sobre la comida al terminar, y abandonarán el restaurante en el que unos minutos antes se había convertido la cocina de casa. “Ese día ni recogemos ni nada”, suelta con una carcajada Antonio. En esta familia corellana la frase “la vida es puro teatro” no es una exageración. Miembros Ángela y Antonio del Grupo Alhama de Teatro (GAT) desde hace dos décadas, sus hijos les han visto actuar desde que nacieron, hace 14 años el chico y 8 la niña, e incluso los cuatro se han subido juntos al escenario muchas veces. Así que es comprensible que se lleven el teatro a casa y que sea imposible negar a Abril el juego el día que pregunta: “¿Mamá, hacemos restaurante?”. La vida en torno al GAT y esos momentos de teatro casero satisfacen a Antonio. Hace mucho que dejó de plantearse si convertir esta disciplina en su profesión. De 43 años, tenía 18 cuando se lo lanzó a su madre: “Quiero ir a Madrid a estudiar teatro”. Ella se lo quitó de la cabeza. “¿A Madrid?, ¿tú solo?, ¿con lo joven que eres?”, fue la respuesta en forma de bombardeo de preguntas. Y ahí se quedó el plan de Antonio, puesto que ya no volvió a pensar en marcharse. Pero como el teatro le seguía atrayendo, cuatro años más tarde se apuntó a un curso que iba a impartir el GAT. “El grupo me ha dado mucha vida”, comenta Antonio de la veintena de miembros que lo forman. “Decimos”, continua Ángela, “que es como una droga: en cuanto entras, el teatro y la gente que forman el grupo enganchan. Lo pasamos muy bien, encima del escenario y fuera de él”. Ángela, de 40 años, lleva en el GAT el mismo tiempo que Antonio, desde aquel curso de iniciación. Se habían conocido cuatro años atrás, en la Rondalla Centinela, donde ambos tocaban el acordeón. Los dos recuerdan el momento en que quisieron formar parte del grupo: a partir de 'La molinera de Arcos', la obra que prepararon y representaron como colofón al curso. Antonio interpretaba al molinero y Ángela tenía “un personaje muy pequeñito que salía al final y cantaba”. “Pero la actriz principal se quedó embarazada y lo dejó, sustituyéndola yo. Me atrapó el momento de salir a escena, y ya no quise dejarlo”, recuerda ahora. A 'La molinera de Arcos' siguieron 'El motocarro', 'Eloísa está debajo de un almendro', 'Tirarse del armario', 'El viejo celoso'… No se imaginan no actuando. “Ni me lo planteo”, afirma categórico Antonio. “De hecho, cuando decides no actuar en alguna obra -con dos hijos, a veces nos tenemos que turnar para poder cuidarlos-, sigues metido en otros proyectos del GAT”. Se refiere a actividades en Corella como las Jornadas Barrocas, la fiesta de la vendimia con Vino y Música, la Cabalgata de Reyes Magos…. Cuenta que al transformarse en otros para dejar de ser Antonio se olvida “de todo”. Y Ángela, que pierde “la poca vergüenza” que tiene. “Cuando voy caracterizada de un personaje, aún menos: dejo de ser yo para ser el personaje que interpreto y paso a llamarme Mirrina, Amalia, Pacita, la señora Jordan”. Lo explica con una situación que vivió con su hermano en Cirbonplus, un musical en el que él, director de la coral de Cintruénigo, también participaba. “Yo era Pacita, un ama de casa que salía a escena en bata. La primera vez que me vio mi hermano, estando los dos tras el telón, me dijo que me vistiera, que me tocaba salir. Cuando le dije que no necesitaba, que yo iba caracterizada de ese modo, me respondió: ‘¿En bata? ¡No seas ridícula!’ Él estaba viendo a su hermana y le daba vergüenza mientras que yo no me sentía yo sino Pacita, un ama de casa en bata y zapatillas”. COMPROMISO No se imaginan no actuando, a pesar del fuerte compromiso que supone formar parte de un grupo amateur como en su caso es el GAT, que este 2018 cumple 30 años. El teatro, dicen, “tiene que gustar mucho” porque el montaje de una obra supone dos y tres meses de trabajo, “muchas horas, mucho sacrificio”, con ensayos diarios. “Quienes trabajamos nos debemos organizar para encontrar el mejor horario y compaginar con los trabajos de cada uno; los jóvenes dejan de salir el fin de semana porque también nos reunimos entonces; algunos tenemos hijos que cuidar; otros, padres mayores de los que encargarse... Se invierte mucho tiempo”, apostilla Antonio, empleado en servicios de mantenimiento. Ángela, trabajadora en una clínica dental, añade que “el buen ambiente en el grupo” hace que puedan llevar a los hijos a los ensayos. “No todo el mundo se concentra teniendo niños corriendo o pintando en el suelo. En nuestro grupo, sí, y es que a veces no hay modo de participar en una obra si no es de este modo”. Recuerda ensayos de cuando Asier era bebé. “Si quedábamos a las nueve y media de la noche, ese día cenaba a las ocho y media, lo traía dormido, ensayábamos y volvía a casa a las once. El grupo nos entendemos como una familia bien avenida: debe ser así para que todos toleremos todo”. Y otro dato: lo habitual es que el grupo tenga varias obras en cartel. En este momento son cinco, y salvo en 'A la manera de los griegos' (estrenada en junio), en las otras cuatro participan o uno (Ángela, en 'Cásina', de Plauto) o los dos ('El burgués gentilhombre', de Molière y las infantiles 'Caperucita roja' y 'Cenicienta', donde se suben al escenario además con sus hijos). “Cuando llevas tantas obras en cartel, poner de acuerdo a tanta gente con mucho tiempo de antelación es a veces complicado”, señalan. La satisfacción que sienten con el teatro no está influida por el siguiente tema: los premios a los que les han nominado o han ganado. Pero es un hecho que la primera vez que les ocurrió, hace tres años, les ilusionó el resultado. Después de casi treinta años dedicándose el GAT solo a representar obras para el público, en aquella ocasión pensaron en probar suerte en el Certamen Nacional de Teatro Amateur Ciudad de la Bañeza (León). La tuvieron: de las 90 compañías amateurs presentadas fueron una de las cinco seleccionadas, por 'El burgués gentilhombre', aunque finalmente no lograron premio. Lo intentaron después en otros certámenes, logrando nominaciones y también galardones: en el festival de teatro amateur de Alegría-Dulantzi con 'El burgués gentilhombre' y en dos ediciones de los Premios Nacionales de las Artes Escénicas amateur Escenamateur con 'El burgués gentilhombre' y 'Cásina'. Hay otro motivo por el que esta pareja no se plantea dejar el teatro que hace con GAT: el público. “Es lo mejor, y también sus aplausos, claro”, sonríe Antonio, a lo que Ángela añade: “Dicen que nadie es profeta en su tierra, pero nosotros debemos decir que sí: se agotan entradas, tenemos que volver a repetir... El público de Corella y de Cintruénigo nos quiere mucho”. Nos transformamos en... Mirrina y Antonio En 'Cásina', Ángela disfruta mucho. La versión libre que el Grupo Alhama de Teatro de Corella hace de este clásico de Plauto que estrenó en enero de 2017 se centra en las relaciones que se establecen entre un empresario y sus empleados en una compañía de variedades, en la España de mediados del siglo XX: viejo y adinerado, urde todo tipo de estrategias para conseguir el favor de una joven corista, aunque la jugada no acabará como él desea. Ángela se siente en su salsa con el papel de Mirrina, una vedete andaluza. “La obra tiene música, espectáculo, interpretación... y la directora [Rebeca Sanz-Conde] me supo sacar lo que tenía aquí dentro”, dice mientras se señala el pecho. El personaje de Antonio se llama como él, Antonio, de la obra 'El burgués gentilhombre', estrenada a finales de 2015. “Antonio es amigo de otro chico que quiere casarse con la hija del burgués. Es un personaje con el que me lo he pasado muy bien en el escenario: además de con él, con lo que se forma en el escenario y la trama, que gusta mucho”. Su tocayo le ha dado también muchas alegrías: tres nominaciones a mejor actor de reparto y un premio en la misma categoría en varios certámenes.

Ángela Jiménez y Antonio Martín, una pareja de puro teatro

Ella tenía 14 años y él 18 cuando se conocieron en la Rondalla Centinela de Corella. A Antonio ya le atraía el teatro, y tiempo después se apuntó a un curso con un grupo de su ciudad. Ángela le siguió

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