La imagen de Pamplona a través de su ceremonial

Podíamos suponer que, por las numerosas publicaciones relativas al protocolo municipal, en su mayoría en forma de artículos de prensa u otros formatos, o por la experiencia directa de ver desfilar cada año en las festividades de san Fermín o san Saturnino a nuestros concejales vestidos de gala, conocíamos algo del protocolo del Ayuntamiento de Pamplona, sin embargo, esta obra recién salida de las prensas nos hace ver la complejidad y larga historia del ceremonial del Consistorio pamplonés. Así, el Ayuntamiento de Pamplona, consciente de la importancia que tiene la salvaguarda del patrimonio inmaterial de la ciudad, ha editado la obra, realizada por Alejandro Aranda Ruiz, 'Pampilona Urbs Regia. El ceremonial del Ayuntamiento de Pamplona desde el siglo XVI hasta nuestros días', que presenta un análisis del arte, la fiesta y el ceremonial durante los últimos cinco siglos de la que el propio Ayuntamiento es protagonista y garante. Ceremoniales civiles y religiosos De este modo, el libro transita a través del ceremonial municipal desde el siglo XVI, partiendo de las bases establecidas por el Privilegio de la Unión de 1423, auténtica carta fundacional de Pamplona. El autor ofrece reflexiones acerca de las implicaciones que tuvo a nivel histórico, político e institucional la condición de Pamplona como cabeza de reino y sobre el ceremonial como imagen y práctica de poder y creador y difusor de identidad. Seguidamente, se analiza con precisión el calendario anual de festividades municipales, las llamadas “funciones de tabla”, denominadas así por estar inscritas en un cartel que solía colgarse en la pared. Un calendario de actos apretado compuesto de un gran número de eventos en su mayoría de naturaleza religiosa, dado el carácter confesional de la sociedad del Antiguo Régimen. Así vemos desfilar fiestas votivas y celebraciones como las del Martirio de san Fermín, san Martín, san Saturnino, Inmaculada, san Sebastián, san Fermín o san Roque, entre otras muchas, así como funciones particulares de la Ciudad, la Iglesia y la Monarquía. También hay espacio para las funciones civiles, como el ceremonial con que se rodeaban determinados actos gobierno, la elección y posesiones de regidores y alcalde, el protocolo seguido por el Ayuntamiento en su participación en las corridas de toros, los espacios que acogían las ceremonias y su decoración, los oradores sagrados, las implicaciones del Cuerpo de Ciudad o la solemnidad de las fiestas y sus elementos lúdicos. Igualmente, interesante resulta el capítulo tercero centrado en las funciones extraordinarias de la ciudad, las llamadas “fiestas repentinas”, como rogativas y acciones de gracias, beatificaciones y canonizaciones, inauguración de conventos, iglesias y capillas, fiestas particulares de conventos y parroquias, llegada de reliquias e imágenes de devoción, doctrinas y jubileos o acontecimientos en la vida de los virreyes. El cuarto capítulo muestra el ceremonial que la Ciudad desplegaba en sus relaciones con el rey o el virrey. Las proclamaciones reales, las ceremonias de entrada real en la capital navarra, el recibimiento de virreyes, las exequias por las personas reales y el ceremonial de Pamplona en las Cortes de Navarra son los temas tratados aquí. A modo de corolario, el libro se cierra con un último capítulo en el que se muestra la evolución del ceremonial cívico desde el siglo XIX hasta nuestros días, desgranándose los últimos acontecimientos que dieron forma al ceremonial que hoy conocemos, desde la reducción de las ceremonias religiosas a su mínima expresión, o la incorporación de las mujeres a la Corporación Municipal. San Fermín, imagen de la ciudad de Pamplona Y, ¿cómo no? la idea de San Fermín como hito festivo e imagen de la ciudad de Pamplona, evidentemente San Fermín fue el centro en torno al cual se desarrollaron en el Antiguo Régimen las principales celebraciones públicas en Pamplona. Además del peso significativo que San Fermín tenía entre todos los acontecimientos festivos y ceremoniales ordinarios de la ciudad, cabe reseñar la especial vinculación que esta fiesta tuvo con el Ayuntamiento pamplonés. De hecho, hasta 1656 el Regimiento fue la única institución que celebró de manera oficial a San Fermín, a pesar de que las primeras noticias del santo se remontan al siglo IX y su culto en Navarra se documente al menos desde el siglo XII, la Edad Moderna fue el momento en el que se desarrolló y consolidó su figura no solo como patrón de Navarra, sino como imagen de Pamplona. Y es que en San Fermín se daban cita todos aquellos rasgos apreciados por la sociedad de los siglos XVI y XVII: santo de los primeros siglos de la Iglesia, cuando no de época apostólica, santo local y de noble cuna o hacedor de múltiples milagros. Además, era obispo y mártir, dos condiciones especialmente significativas en plena Contrarreforma. Asimismo, fue en los siglos modernos, en especial en el XVII y el XVIII, cuando se llevó a cabo la construcción de la historia e identidad del Reino y de su capital. En el siglo XVII se redactaron los 'Anales del Reino de Navarra' por el P. Moret cuya portada se decora con las imágenes de San Fermín y San Francisco Javier y cuyas páginas recogen prolijos párrafos dedicados a la vida del primer obispo de Pamplona. De tal manera que, San Fermín se convierte en argumento para demostrar y recalcar la primacía y antigüedad de Pamplona sobre las demás ciudades de Navarra. La fiesta del patrón y el protocolo y ceremonial asociado a ella son un reflejo de cómo se veía Pamplona a sí misma, de cómo la veían sus élites y cuál era la imagen que querían proyectar. Una fiesta formada por una serie de elementos fraguados con el tiempo, algunos de los cuales permanecen a pesar del paso de los siglos. La mañana del 7 de julio se abre para los ojos del siglo XXI como si de una pequeña ventana al pasado se tratase. Sin embargo, los rápidos y vertiginosos cambios de la sociedad hacen de la actualidad un contexto muy diferente al de los siglos del Antiguo Régimen. Las más de cuatrocientas páginas de la obra suponen para el lector un viaje de descubrimiento por una realidad que hasta ahora nos parecía conocida. Sin embargo, avanzando en su lectura, se advierte la profundidad y complejidad del estudio que trasciende lo meramente protocolario. Ello lo logra el autor a través de un sólido apoyo documental, tal y como demuestran las más de dos mil citas repartidas a lo largo del libro, o las numerosas transcripciones de textos cuidadosamente escogidos. La cuidada edición de la obra facilita considerablemente su lectura. Destaca como novedad la publicación de numerosas fotografías de elementos que nunca habíamos visto tan cerca como los clarines, la vara del alcalde o los magníficos eslabones de las cadenas de los concejales. Asimismo, los planos e infografías de J. Urdánoz, las interesantes ilustraciones de A. Mutilva y el aparato gráfico en general, suponen un aporte considerable a la publicación. Se puede concluir que esta monografía está destinada a convertirse en una obra clásica, en obra de consulta obligada para el conocimiento del ceremonial del Ayuntamiento de Pamplona. El estudio trata de Pamplona, pero con su lectura se puede obtener una visión del ceremonial de otras ciudades, como Sevilla, Granada, León, Valencia o Nápoles. Asimismo, el modo en el que se trata y expone el ceremonial y protocolo hace que sea mucho más que eso, pues esta obra se puede catalogar perfectamente como de historia, de arte o de cultura simbólica y visual. Una idea y un reto para la realización de algo similar en el Gobierno y Parlamento de Navarra. En cualquier caso, esta obra del Ayuntamiento pamplonés es, en definitiva, un libro bello, útil y duradero, trabajado a fondo y presentado con gran dignidad.

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