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Arquitecturas singulares

Torre de Erroz, el edificio de Pamplona que es una mariposa

El edificio fue una iniciativa osada para la época, culminado con la genialidad de aterrazarlo. Hasta evoca un pueblo del Mediterráneo

Ampliar Esta imagen de la torre de Erroz permite percibir con claridad  que termina en un  ‘poblado escalonado’
Esta imagen de la torre de Erroz permite percibir con claridad que termina en un ‘poblado escalonado’dn
  • Israel Nagore
Actualizado el 05/02/2022 a las 21:06
Paseando por la Vuelta del Castillo entre los árboles que empiezan de florecer, surge el perfil de lo que parece ser una formación rocosa, como si fuera un menhir moldeado o un monolito de piedra. La historia de las ciudades está marcada en ocasiones por la aparición de edificios que constituyen un símbolo de su progreso y son reflejo de la evolución de la disciplina arquitectónica.
En Pamplona hay un edificio que es una mariposa y que tiene un poblado aterrazado posado en la azotea, aunque no se ven, bueno, se ven sólo a vista de pájaro o desde la distancia. Un edificio de vanguardia, que rompió moldes y sacó a la ciudad de cierto oscurantismo arquitectónico, metiéndola de lleno en la modernidad.
Imagen del edificio tomada desde el aire
Imagen del edificio tomada desde el aireGOOGLE MAPS
La torre de Erroz (1965), que ocupa hoy en día un emplazamiento privilegiado, debe entenderse en el contexto de la época y el desarrollo urbano de la ciudad de los años 60. Por aquel entonces, el sur de Pamplona, más allá de la Vuelta del Castillo, formaba parte de un paisaje casi rural, considerado las afueras de la ciudad. Los promotores no se atrevían a construir al otro lado del parque, que era en aquel momento considerado una barrera insalvable, destinado en todo caso a bloques de vivienda para la clase trabajadora.
Todo cambió cuando un constructor atrevido, Carlos Erroz, en un ataque de insensatez o visto hoy de clarividencia emprendedora, se decidió a llevar a cabo un edificio de viviendas de primer nivel, imagen de una nueva sociedad urbana y la creciente burguesía.
La ocasión se aprovechó para ensayar el modelo de desarrollo de los nuevos barrios y de edificación aislada, para lograr viviendas con la mejor iluminación y ventilación, eliminando los patios interiores y las calles cerradas características de los ensanches tradicionales.
Para encargarse del proyecto se iba a contar con dos de los arquitectos del momento; Fernando Redón y Javier Guibert. En un solar irregular pero sin la necesidad de ajustarse a la trama urbana, pudieron experimentar de forma libre, hasta que Guibert, que habitualmente se encargaba de la organización general, dio con una solución adecuada: “Fernando, encajo cuatro viviendas por planta, todas con tres orientaciones, ventilación cruzada y buen soleamiento. Pero me sale una mariposa”.
Sí, porque el plano del edificio es una poco convencional y brillante mariposa, que se abre al sur, con dos viviendas por cada ala y un núcleo de acceso para cada una. Las viviendas son grandes y extensas con doble entrada y ascensor propio y daban respuesta a los modelos familiares y estructuras sociales de la época. La planta se repite hasta el octavo nivel donde el edificio empieza a escalonarse.
Y es aquí donde Redón y Guibert sacaron el conejo de la chistera, mostraron su enorme talento y nos dieron una lección magistral -y acelerada- sobre como se acaba una torre. Sí, porque los edificios, como las personas tienen pies y cabeza y tanto en el suelo como en la cubierta “tienen que pasar cosas”; no deben terminarse como quien corta un salchichón.
Y entonces la mariposa empezó a aterrazarse y a aterrazarse y aterrazarse… Y lo hizo de norte a sur, buscando las mejores orientaciones y preservando el soleamiento de los edificios vecinos, en un ejercicio habilidoso de modelado volumétrico y respuesta a la ordenanza.
El resultado es una silueta sorprendente, que permite asociaciones evocadoras con las ciudades antiguas o con los pueblos mediterráneos aterrazados. Sí, un pueblo de una colina griega, pero en la Vuelta del Castillo. El uso de piedra caliza blanca, los pliegues de fachada y remates biselados contribuyen a crear una imagen escultórica, de talla esculpida, como si fuera un peñón de roca.
Sobre la arquitectura existen en ocasiones todo tipo de opiniones y la creencia equivocada de que sobre gustos no hay nada escrito. El ser arquitecto te convierte en víctima ocasional de una pregunta un poco incómoda, ¿cuál es tu edificio favorito? Esto creo que viene a ser como preguntar a un músico por una canción, o a un inglés por su cerveza preferida. No hay una única respuesta ¿no? O igual sí; si pudiera elegir donde vivir en Pamplona escogería en la torre de Erroz.

CLAVES:

Autores: Fernando Redón Huici. Pamplona. (1929-2016) y Javier Guibert Tabar. Pamplona. (1925-2011).

Educación: Fernando Redón estudió Arquitectura en las Escuelas Superiores de Barcelona y Madrid, donde obtuvo el título en 1957 y se doctoró en 1968.

Fernando Guibert estudió Arquitectura en la Escuela de Arquitectura de Madrid titulándose en 1957, obteniendo el título de doctor en Arquitectura por la Escuela de Madrid en 1967.

Obra y premios significativos:

Edificio las Hiedras (1961).

Torres de Huarte (1963).

Club de Golf Ulzama (1967)

Referencias. Más información sobre este edificio en la Tesis doctoral Fernando Redón Huici. Arquitecto, de Luis Fernández Salido (†).

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