Juan Gracia Armendáriz: "La narración necesita que algo chirríe, y ese chirrido es el que a mí me interesa"

Sin los andares de John Wayne pero podría decirse que Juan Gracia Armendáriz también ha estado explorando su oeste literario. El año pasado publicó un ensayo, dos años antes una novela, sus diarios de la enfermedad empiezan afortunadamente a acumular polvo-en la pandemia superó su tercer trasplante de riñón- y ahora el cuerpo le pedía buscar territorios desconocidos. El escritor navarro presenta en 'El año que murió John Wayne', catorce relatos que no necesitan muchas páginas para zarandear al lector. Después de escribirlos, curiosamente, reparó que estas historias, algunas más personales y otras menos, dialogaban entre ellas. El ultimo relato se sitúa el año que murió John Wayne, ¿fue también el año que nace una manera de ver el mundo para usted? Totalmente. Elegí ese año, el 79, que coincidió con la muerte de John Wayne, que es un homenaje a la figura paterna, esa figura gigante que uno ve cuando es adolescente y que luego se rompe. Me interesaba esta mirada que tiene un chico de trece, catorce años en esos años que están entre la muerte de Franco y el 23F, aunque hay relatos que se desarrollan posteriormente. ¿Qué tenían de especial? La mirada que tenía esta generación, que teníamos pegatinas de partidos políticos en el colegio y que vivíamos en una situación que no acababas de comprender muy bien. Las palabras “guerra civil” aparecían de vez en cuando, la palabra “miedo”, el sonido de los disparos... todas esas cosas me interesaba reflejarlas de manera repetida, como leit motiv. Cuenta en ese relato una experiencia nada agradable de su familia con ETA. ¿Cómo ha influido después en su vida? Es, en efecto, una de las claves del libro. Lo que narro aconteció en el verano de 1980. Una experiencia de ese tipo marca, obviamente, a cualquiera, aunque ahora se desee echar cemento sobre los atentados de ETA. Es mi memoria, pero es la memoria de muchos otros. Lo que me interesaba era escribir un buen relato sobre lo que mi familia vivió durante aquel verano. Modestamente, creo que lo he conseguido. ¿Cómo se llevaba con su padre? Como se viven la mayoría de relaciones paterno filiales que conozco. El padre es una estructura ausente en el sentido que no se le ve mucho porque trabaja fuera, pero tiene una serie de valores, de fuerza, de valor, de energía, de ímpetu, que el hijo admira. Finalmente esa figura acaba cayéndose, y es bueno que así sea para que el hijo pueda seguir adelante y pueda llegar a ser a su vez padre, también. Escribe además desde esa buhardilla en la que él pasó su última etapa, ¿le ayuda a evocarlo? No te creas, porque habitualmente vivo en Madrid y la mayoría de mis libros los he escrito allí. En esta buhardilla he escrito varios libros, sí que hay un vínculo en la atmósfera. Están aquí sus libros, sus objetos, sus fotos... En los demás relatos hay escenas muy crudas, no es precisamente un libro de Disney. ¿Dónde busca estos personajes? No es Disney, no [risas]. Yo tampoco lo sé, hay temas o historias que llaman a la puerta de manera recurrente. Cuando eso pasa es que ahí hay una historia que necesita ser contada. Y eso me ha ocurrido con algunas de las historias desde hace muchos años. Ya era el momento de darles salida. Me gusta abordar esos asuntos pero no con una intención moral o aleccionadora, sino intentando conocer cómo son esas relaciones humanas, aunque sean perversas. Si no hay conflicto, no hay historia, no hay narración. Si todo funciona y está bien quizá haya otros géneros que se brindan mejor, como la poesía. La narración necesita un conflicto, que algo no funcione, que algo chirríe, y ese chirrido es el que a mí me interesa. De hecho se mete en la mente de gente que podríamos considerar “monstruos”. Exactamente. Juan Diego decía que cuando interpretaba a un hijo de puta había que defender a muerte a ese hijo de puta. ¿Sería un poco lo mismo? [Risas] Está bien visto. Entenderlo no significa que lo justifiques. A mí me interesa qué mecanismos se ponen en funcionamiento en ciertas mentes y yo no los defiendo, evidentemente, me parecería repugnante, ni tampoco los condeno. Me limito a exponer una situación. El libro comienza con unos relatos que tienen la misma temática. El lector se encuentra más o menos tranquilo y de repente hay un texto que se titula Cocodrilo, que es como un cocodrilo que está en el río esperando que llegue el lector. ¿Ha conocido algún personaje real que le haya servido como material, como Emmanuel Carrère? Bueno, es que a Carrère le encantan los personajes limítrofes, fronterizos, que son atractivos y repugnantes al mismo tiempo. 'Limónov', o 'El adversario'. Yo no he tenido la suerte ni el talento de poder escribir algo así. Personas turbias todos hemos conocido, pero personas malas en sentido estricto son realmente raras. Me resulta fascinante el tipo que desde que se levanta hasta que se acuesta está pensando en fastidiar al que tiene enfrente. En ese sentido me parecen personas llamativas, pero no me gusta nada el elogio del malo. Es falso, además, porque normalmente los malos o los asesinos suelen ser gente muy vulgar, muy poco atractiva, y muy poco inteligente. ¿La brevedad es un reto añadido? No, yo empecé escribiendo microrrelatos cuando no se llamaban de ese modo. Tanto el microrrelato como el relato son género que me encantan. Si me pongo a pensar, me resulta mucho más costoso escribir una novela de 400 páginas que un relato de 5. El problema es acertar con la forma, con lo que se quiere contar y el estilo. En su caso parecen ideas que le vienen una tras otra y fluyen naturalmente en el texto. He tratado desde el punto de vista estilístico eso, que dé la impresión de que lo que está leyendo ha sido escrito casi a vuelapluma. No ha sido así. Hay relatos que escribí prácticamente de una sentada de principio a fin. Desgraciadamente no es lo habitual, lo habitual es tratar de que lleguen las ideas, de que lleguen las palabras, de que llegue el lenguaje, de que llegue la historia. Pero salvo en un relato he utilizado frases cortas tratando de que efectivamente sea un estilo ágil y a la vez con potencia, enérgico. Introduce además referencias a la actualidad, titulares de prensa, la radio suena de fondo... ¿Es importante marcar el contexto? Totalmente. Está hecho a conciencia. Busqué qué había pasado esas fechas y lo puse en boca de uno de los personajes. Hay una referencia al disco de Pink Floyd The Dark Side of the Moon, que se publicó en 1979... me interesaba que los relatos no se evaporaran y que tuvieran un anclaje en la realidad. Cada vez me interesa más el trabajo periodístico de la crónica, como lector. Digamos que me cansan los artificios de la ficción y cada vez me interesan más los hechos concretos. Eso, en parte, también se refleja en la textura de los relatos.

Juan Gracia Armendáriz: "La narración necesita que algo chirríe, y ese chirrido es el que a mí me interesa"

Juan Gracia Armendáriz presenta el jueves 12 a las 20 horas en la librería Walden de Pamplona su nuevo libro, ‘El año que murió John Wayne’ (editorial Pre-Textos), en el que a través de 14 relatos muestra todo su músculo narrativo

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