Irene Escolar, actriz: "Lo mejor es trabajar personajes cuya energía no tiene nada que ver con la tuya"

Este fin de semana, Irene Escolar (Madrid, 1988) afronta una maratón teatral con 'Finlandia': el viernes en Logroño, el sábado en Vitoria y el domingo en Pamplona. Ganadora de un Goya a mejor actriz revelación en 2016 por 'Un otoño sin Berlín', debutó en el teatro a los nueve años y desde entonces se ha curtido en todos los terrenos de la interpretación. Conocida por el gran público por encarnar a la espía Amelia Garayoa en la adaptación televisiva de la novela 'Dime quién soy' de Julia Navarro, Escolar afronta ahora su segundo texto de Pascal Rambert después de protagonizar 'Hermanas' junto a Bárbara Lennie. En una habitación de un hotel de Finlandia, una pareja se enzarza en la más descarnada lucha por la custodia de su hija. Cuando leyó 'Finlandia' por primera vez, ¿qué sensaciones le generó? Me asusté tanto que, al acabar de leerlo, tiré el texto al sofá. Pensé: “¡Madre mía, en qué me voy a meter otra vez!”. La experiencia con 'Hermanas' había sido muy dura. Recuerdo que las dos primeras semanas de memorizar aquel texto fueron un infierno tremendo. Trabajar una obra de Pascal es algo muy particular: tú empiezas a memorizarla y al día siguiente no te vienen las palabras exactas. Entonces es un proceso muy largo, porque necesitas mucho tiempo para poder retener el texto. Sabía que me iba a entrar miedo y pánico, pero esta vez sabía cómo iba a tener que organizar el trabajo. El texto de 'Finlandia' le llegó sin comas, puntos o acotaciones... Pascal escribe sin signos de puntuación. Es muy interesante que él trabaje así, porque está reflejando flujos de pensamiento. Son frases tan largas y con tantas metáforas, que a veces es muy difícil saber cuándo ha terminado un pensamiento y cuándo está empezado el siguiente, si es una pregunta o una afirmación... Rambert creó este personaje expresamente para usted, de hecho también se llama Irene y es actriz. ¿Por qué este paralelismo? En todas sus piezas, todos los actores nos llamamos por nuestro nombre. Además, cuando tú escuchas tu nombre en el escenario, eso te lleva mucho al presente, porque reaccionas a un estímulo que es verdadero. Además, a Pascal le interesaba mucho la energía de Israel y la mía para crear a estos dos personajes. Partiendo de nuestra energía, es como si nos hubiera imaginado con otras vidas posibles, otras maneras de ser... La Irene a la que yo interpreto es mucho más violenta, con un tipo de fortaleza muy diferente a la mía... Ella tiene una capacidad de destrucción que para nada es cercana a mí, pero a mí me gustaba pasar por ahí. Lo mejor es trabajar personajes cuya energía no tiene nada que ver con la tuya. Otra peculiaridad de Rambert es que él no dirige a los actores. Entonces, ¿cómo trabajaron durante los ensayos? Pascal te da mucha libertad para que vayas probando. Pero cuando hay algo que no está funcionando, él te recoloca. No te dice lo que tienes que hacer o sentir, o por dónde tienes que pasar. Lo que hace es marcarte la acción de una manera muy clara. ¿Quiere decir que las emociones las deja en manos del actor? Totalmente. Por eso no pone puntos ni comas, para que tú puedas tomar todas las decisiones: si estás lanzando una pregunta, si es ironía... Él tiene una confianza plena en sus actores, por eso te permite que puedas fluir en libertad. Toda la obra transcurre en la habitación de un hotel donde tiene lugar un “cuerpo a cuerpo” devastador entre Israel Elejalde y usted... Mi personaje se está separando de un hombre y ese hombre está invadiendo su espacio. Al final, ella acaba enloqueciendo, acaba convirtiéndose en un monstruo. Es lo que pasa muchas veces en relaciones de abuso de poder o de manipulación. En esta situación límite que vive esta pareja, ¿desde qué postura parte el personaje de Israel? Él está viviendo un momento complicado, porque las cosas están cambiando y él no entiende por qué el suelo se está tambaleando de esa manera. Generalizando un poco, él representa las viejas masculinidades y yo represento los nuevos feminismos. Irene lleva años repensando la relación que tiene con Israel, el lugar que ella ocupa en esa relación, y esos roles han dejado de funcionarle. Ella dice: “Hasta aquí hemos llegado”. En la obra vemos que Israel e Irene son dos animales defendiendo su territorio a través de un lenguaje muy voraz y de una manera muy visceral. Vemos cómo todo lo social, todo lo que sucede fuera, se acaba metiendo en la relación íntima de dos personas. ¿La obra cobra una resonancia especial con los tiempos que corren? Sí, porque estamos viviendo un momento de replantearnos muchas cosas, como las relaciones de pareja. Pascal es un gran observador del alma humana y también a nivel social, así que él ha reflejado en 'Finlandia' todo lo que estamos viviendo ahora. Eso es lo interesante del teatro contemporáneo. Además, esta pieza le coloca al espectador en un sitio incómodo. No es una obra en la que te vayas a sentir bien con lo que estás escuchando. Estamos en un momento muy políticamente correcto, así que es interesante que la gente salga de una función enfadada o removida. Si no, todo es muy complaciente. Me gusta estar en una función que genera cierta controversia. Y a usted, ¿qué aspectos de su personaje le incomodan? Al principio, cuando leí el texto, no me gustaba que Irene fuera violenta. Quería ver a la mujer ideal, la que no se equivoca... Pero hay que mostrar mujeres reales. Nosotras también estamos llenas de contradicciones y tenemos muchos miedos. Es muy positivo poder ver a alguien de carne y hueso. Irene se vuelve violenta porque se tiene que defender y acaba fuera de sí. Por otro lado, la función también habla de la violencia que se ejerce contra los niños. Por desgracia, cuando una pareja se rompe, los niños a veces se convierten en un arma arrojadiza, acaban siendo víctimas de las guerras entre adultos. Este pasado verano, Irene Escolar participó en el rodaje de 'Las chicas están bien', opera prima de la actriz navarra Itsaso Arana (Tafalla, 1985), también autora del guion. Con Bárbara Lennie, Itziar Manero, Helena Ezquerro y la propia Itsaso Arana como protagonistas, la película narra unos días de convivencia de cinco actrices que ensayan una obra de teatro en un antiguo molino, apartado del mundo. Un molino ubicado en Nistal de la Vega (León) y que, a sus casi 400 años de antigüedad, se convierte en un personaje más de la película. La cinta, producida por Los Ilusos —la sociedad de Jonás Trueba y Javier Lafuente—, contiene una obra de teatro dentro, pero es también “un cuento y la historia de un hechizo”. Irene Escolar resume así su experiencia: “Es una de las películas más placenteras que he hecho y uno de los rodajes más bonitos que he vivido. Es una de las veces que mejor me han dirigido y me han tratado. Itsaso ha dirigido esta película con muchísima sabiduría y delicadeza. Es una película que habla sobre la feminidad, el arte, la muerte, la vida, la sororidad entre mujeres...”. El estreno está previsto para 2023. “Me siento muy afortunada de poder colaborar con Itsaso. Ella es absolutamente brillante y tiene grandes cosas que hacer”, destaca Escolar sobre la realizadora navarra.

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