Historias silenciadas de la posguerra

La guerra había terminado pero no el miedo, que se prolongó durante cuarenta años de posguerra, cuando imperó la ley del silencio y los vencedores se impusieron sobre los vencidos. Siete actores y actrices de la compañía de teatro Aulexna, creada dentro del Aula de Experiencia de la UPNA, han querido llevar al escenario “esa parte de nuestra historia que no está escrita en los libros”. Lo harán en dos escenarios: este domingo en el centro cívico Salesianas de la Txantrea y el viernes 19 en Civivox Mendillorri. Bajo la dirección de Montse Zabalza, tomaron como punto de partida la obra teatral El maestro rojo de Francisco Ramírez López, quien construyó una historia de resistencia y dignidad en torno a las esposas, hijas y nietas de los represaliados durante el franquismo. En un principio, Montse Zabalza pensaba centrarse en el texto de Francisco Ramírez, pero poco a poco fueron ganando peso las propias vivencias de los actores, de ahí que la obra lleve como título El maestro y otros relatos. “Después de escucharles, más de una vez me he ido a casa emocionada”, confiesa Zabalza. “ Yo veía que ellos me iban dando cada vez más material. Hemos ido componiendo la obra como si se tratara de un puzle”. En total, han creado catorce escenas. Con edades comprendidas entre los 60 y los 81 años, los integrantes de la compañía Aulexna han incorporado sus propias vivencias o las de sus familiares, todas ellas marcadas por el miedo y la represión. Estos relatos, que permanecieron silenciados durante décadas, ven ahora la luz a través de las voces de Ana Jaso Garatea, Ramón Górriz Barba, Mon-tse Celaya Gutiérrez, José Joaquín Gaínza Artázcoz, Ignacio Ursua Lezaun, Gregorio Blanes Pretel y Txaro Preciado Aranaz. GUERRA PSICOLÓGICA Montse Celaya, de 81 años, nació en 1942. “Viví toda la posguerra. Lo que más me marcó, el hambre y la falta de libertad”. Así arranca su relato, vivido en primera persona. A los 12 años empezó a trabajar en los almacenes Manuel Huici de la Rochapea. “A los 9 años ya me habían sacado de la escuela. Mi madre estaba enferma y en casa les hacía falta ayuda para los quehaceres domésticos”. Montse recuerda la “guerra psicológica” entre vencedores y vencidos. “Mi padre era ateo convencido, ni siquiera fue a mi comunión. Yo le alabo a mi padre, pero nosotros lo acabamos pagando”. Cuando ella tenía nueve años, su madre la llevó al centro de Acción Católica en el Paseo Sarasate. “Sabían que mi padre era ateo y las chicas que estaban allí tenían muy mala actitud conmigo, me miraban por encima del hombro... Un día vinieron dos hermanas con unos vestiditos blancos, iban monísimas. Cogí unos lirios, me manché las manos con el polen amarillo y les puse los vestidos perdidos. Me echaron”, cuenta. Y aunque este episodio no se ha reflejado en la obra de teatro, sí está presente la “rabia” que Montse llegó a sentir hacia sus compañeras de Acción Católica. También le marcó el “machismo” que sufrió en su propia casa. “Mi madre me decía que yo le tenía que hacer la cama a mi hermano, o que le tenía que limpiar los zapatos. Yo no quería, y me llevé muchas tortas por parte de mi madre”. “Queremos reivindicar aquello que pasó y que no se cuenta”, interviene José Joaquín Gaínza. “Existe todo un mundo con gente que ha sufrido mucho y todas esas historias no se conocen. Uno de los grandes éxitos de la dictadura fue el silencio”, sentencia Gaínza, que en la obra pone voz a un relato dedicado a los maquis. “Se basa en la experiencia concreta del padre de un amigo, que era pastor. Un día, en su caserío aparecieron los maquis”, resume. A nivel personal, guarda algunas anécdotas que le contó su madre: “Por ejemplo, cómo solían dejar comida en una parte determinada de una calle de Puente la Reina para que las mujeres de los republicanos la recogieran y pudieran comer”. También relata que en algunos pueblos los hombres solían reunirse en la plaza mayor en busca de trabajo. El terrateniente llamaba a algún jornalero y le preguntaba si quería trabajar. Cuando este le respondía que sí, el terrateniente le replicaba con esta frase: “Dile a tu mujer que se prepare y que pase por mi casa”. EL TÍO AGUSTÍN El testimonio de Ana Jaso también ha quedado plasmado en la obra. En concreto, es Ramón Górriz quien pone voz a esta historia, protagonizada por el tío Agustín. “Cuando era pequeña, oía murmurar sobre el tío Agustín”, recuerda Ana Jaso. No fue hasta muchos años después cuando se enteró de lo que le había pasado a su tío, natural de Mélida. “Un día leí una noticia sobre el tema de las cunetas y me di cuenta de que estaban hablando del hermano de mi abuela. Luego, hablando con una prima de mi padre, ella me comentó: ‘¿Pero tú no lo sabías?’ Entonces me di cuenta de que en mi familia había habido un pacto de silencio. Mi padre jamás nos contó nada. Mataron a varios hermanos de mis abuelos, entre ellos el tío Agustín”, resume sobre un suceso que se narrará de manera íntegra en la obra, precisamente en una escena titulada El tío Agustín.

Historias silenciadas de la posguerra

Actores de la compañía Aulexna, creada dentro del Aula de Experiencia de la UPNA, han volcado sus vivencias y las de sus familiares en ‘El maestro y otros relatos’, obra que escarba en el miedo y la represión que reinaron durante la posguerra

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