El rojillo centenario

"Interior izquierdo, con el número 10”. No duda ni lo más mínimo. Responde rápido y contundente. Luis Miguel Fernández Jiménez puede que, caprichos de la edad, no recuerde nítidamente otros detalles o facetas de su vida, pero no olvida su posición y el dorsal que llevaba cuando, en la década de los 40, jugó al fútbol en los que fueron sus “tres equipos”: Baztan, Osasuna e Izarra. El pasado 7 de octubre, y con una celebración reducida y amoldada a la actual situación sanitaria, este pamplonés, que sigue exhibiendo un excelente humor y unas ganas incansables de jugar al mus, sopló las velas. Cumplió 100 años. La misma cifra que el club rojillo, al que estuvo vinculado unas temporadas. Tras jugar en el Baztan recaló en Osasuna aunque, posteriormente, fue cedido “porque no jugaba tanto como quería” de nuevo al conjunto de Elizondo, tal como confirma un acuerdo firmado por el entonces presidente osasunista Antonio Lizarza (fue presidente de 1941 a 1943 y de 1944 a 1947). Un documento original que Fernández guarda enmarcado en la casa de Zizur donde reside junto a su esposa Maribel Lecuona Olías, de 87 años y natural de Basaburua. El acuerdo entre Osasuna y Baztan para la cesión de Luis Miguel Fernández. Como curiosidad, el teléfono de la sede de Osasuna en la Plaza del Castillo era de cuatro cifras (2027). BUXENS “Por supuesto. Se llenaba de público”, responde cuando se le pregunta si recuerda los partidos que protagonizó junto a sus compañeros en el antiguo campo de San Juan. Una instalación a la que, años después, llevaba también a Luisma, el único varón de sus cuatro hijos (Isabel, Idoya y Beatriz). “Creo que estuve más veces de pequeño en ese campo que luego en El Sadar”, reconoce éste, admitiendo que no ha heredado la afición por el fútbol de su padre. “Le ha gustado mucho el fútbol, pero no ha sido un forofo ni era seguidor de un solo equipo. Ahora ya no ve partidos. Pero, cuando los veía hace unos años, siempre quería que ganase quien mejor jugaba. Disfrutaba con el fútbol”, apunta por su parte Isabel Fernández, su hija. Cuarto kilo -el apodo con el que se le conocía entonces por su figura espigada y delgadez- compartió vestuario osasunista en aquellos con uno de sus amigos de cuadrilla: José María Izco, “le llamábamos Caracol”, y que, como Fernández, también formó parte de las plantillas de Baztan e Izarra. HARINA Y ACEITE COMO PAGO Nacido “en la calle San Antón” de Pamplona el 7 de octubre de 1920, el ex futbolista tuvo que compatibilizar su afición por del deporte con sus trabajos como churrero o taxista. “Trabajábamos y, luego, entrenábamos. Posteriormente, se jubiló siendo el propietario de la autoescuela París que estaba situada en la Plaza de la Cruz de la capital navarra. Precisamente esas labores profesionales hicieron que, en algunos años, su pago por jugar al fútbol fuera en “especie”, concretamente “en harina y aceite”, dos ingredientes muy importantes en una churrería y que, en aquellas épocas de posguerra -Fernández recuerda que le tocó cumplir “seis años” de servicio militar-, no eran nada sencillos de conseguir. Además, el hecho de disponer de coche, hizo que se encargara también de los traslados de sus compañeros de vestuario. Una labor que siguió realizando después de retirarse de los campos de fútbol, convirtiéndose, por ejemplo, en el taxista oficial de los jugadores de la Peña Sport de Tafalla. “Había amigos que jugaban y si les podía ayudar llevándoles de Pamplona a Tafalla, pues lo hacía. Al final, yo tenía coche”, reconoce. Acompañado por sus hijos y sus dos nietos -Irati y Diego San Millán, éste último jugador del Ardoi-, el ex interior izquierdo celebró un cumpleaños muy especial y en el que, “pese a que él no acaba de creerse que tenga ya 100 años”, disfrutó del dulce. Ya es centenario. Igual que Osasuna. En cuatro años, el Izarra, otro de sus “tres clubes” -Luis Miguel Fernández tiene muy presente en su hogar el libro que narra la historia del club estellés-, también celebrará su centenario.

El rojillo centenario

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