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La Pizarra

¿Es más difícil jugar contra 10? La expulsión de Lewandowski desactivó el plan perfecto de Arrasate

Osasuna explotó las debilidades del Barcelona mientras hubo igualdad numérica. Con unos menos, los de Xavi cambiaron su patrón de juego habitual y los rojillos perdieron la iniciativa táctica

Ampliar Jagoba Arrasate
El entrenador de Osasuna, Jagoba Arrasate, desesperado durante el partido contra el BarcelonaJ.P. URDIROZ
Actualizado el 09/11/2022 a las 18:14
El entrenador argentino Helenio Herrera, una leyenda de los banquillos, dejó para la posteridad la célebre frase de que "con diez se juega mejor con once". Era un provocador, un motivador, alguien al que le gustaba romper con los dogmas establecidos, y solo alguien de ese perfil parece capaz de decir una frase en apariencia tan incongruente. Sin embargo, la realidad es volubre hasta el punto de que en ocasiones le da la razón. Este martes, en El Sadar, volvió a hacerlo. ¿Por qué? En La Pizarra analizamos cómo el Barcelona hizo más daño a Osasuna precisamente por tener un hombre menos.

Contra 11, un plan perfecto de Arrasate

Osasuna fue muy superior al líder, el Barcelona, en los primeros minutos. Y no solo por actitud, por simples ganas; también hubo -como siempre- razones tácticas. Arrasate había preparado un plan para explotar las debilidades del equipo de Xavi y sus jugadores ejecutaron el guion con brillantez. El plan descansaba en dos ideas:
  • Un concepto propio del rugby: intercambiar territorio por posesión
El primer desafío que le planteaba el Barcelona a Osasuna era la presión alta que ejerce el equipo catalán. Desde los primeros minutos se vio que Lewandowski buscaba a los centrales, Dembele y Ferran apretaban desde la bandas y Pedri saltaba a la presión del hombre libre. Este plan busca forzar el fallo del rival y recuperar el balón en campo ajeno, pero Osasuna sabía que esto iba a ocurrir y no tuvo ningún reparo en buscar pases en largo, pelotazos incluso, para sortear la trampa. Pronto surgieron las dudas en el Barça: se vio a Pedri dudar entre ir a la presión o replegarse y a Lewandowski nadando a dos aguas, sin saber si merecía la pena correr de central a central para no pescar nada. Osasuna, siguiendo un concepto muy propio del rugby, intercambiaba territorio -traslando el juego al campo rival- por posesión -que quedaba dividida o, directamente, en manos del Barcelona-. Y así, el primer objetivo, incomodar a los de Xavi, estaba cumplido.
  • Sin balón, morder a Busquests
Osasuna conseguía trasladar el fútbol a campo ajeno sin apenas correr riesgos y situando a sus jugadores en una posición perfecta para iniciar la presión. De este modo, cuando el Barcelona recuperaba el balón, lo hacía en su propio campo, casi en su propia área, y desde ahí comenzaba a construir el juego con su patrón habitual de posesión y toque. Entonces, los rojillos tenían claro que el faro que debían taponar era Busquests. Aimar Oroz era el encargado de perseguirle y, sobre todo, achucharle con mucha agresividad. El canterano, elogiado por su calidad en tantas ocasiones esta temporada, demostró que puede ser un jugador mayúsculo también sin balón. Con estos ingredientes, Osasuna robó muy arriba, lo que le permitió generar peligro con rápidas combinaciones y puso de los nervios al líder en El Sadar.

La expulsión lo cambia todo

Ni siquiera el gol de Osasuna modificó las líneas maestras del desarrollo del partido. Pero sí lo hizo, y de qué manera, la expulsión de Lewandowski. El Barcelona tuvo que cambiar su plan, jugar como casi nunca lo hace y todo lo que había preparado Arrasate quedó desactivado de un plumazo. 
  • El Barcelona cierra filas
Con uno menos, el equipo catalán se olvidó de la presión alta, junto líneas, esperó más atrás y, sobre todo tras el descanso, estuvo muy ordenado, con Pedri caído a la banda izquierda y Ferran como único punta. De repente, el juego en largo de Osasuna carecía de sentido, ya que sacar el balón jugado desde atrás había dejado de ser un desafío. Tocaba cambiar el paso: crear fútbol con paciencia, con toque... y ahí los de Arrasate no supieron encontrar los huecos en la telaraña blaugrana.
  • La presión, estéril
Al mismo tiempo, el Barcelona renunció a su tradicional juego de posesión (y de posición). Alteró sus canales habituales de creación de juego para apostar por un fútbol más directo, en el que las arrancadas individuales primaban sobre las acciones colectivas. Se vio a Dembele conducir el balón hasta el área, a Balde romper líneas, a Pedri intentar la guerra por su cuenta... pero cada una de estas jugadas, aunque no llevaran demasiado peligro para Osasuna, tampoco exponían al Barça, que mantenía su bloque más o menos intacto y preparado para defender en caso de pérdida. El partido se convirtió así en una guerra de guerrillas, en la que con dos crochets aislados los de Xavi mandarón a Osasuna a la lona.

Conclusión: ¿no había un plan B?

Como hemos visto, el Barcelona supo amoldarse a las circunstancias del partido, incluso renunciado a sus señas de identidad. Osasuna, en cambio, pareció desconcertado por la metamorfosis de su rival y se empequeñeció justo cuando más al alcance de la mano tenía la victoria. ¿Faltó actitud?, ¿hubo demasiado miedo?, ¿vértigo por ganar  al líder? Quizá esas son las lecturas más fáciles, pero no las más ciertas; quizá faltó un plan B, una lectura de partido en la que los rojilos hubieran sido capaces de exprimir las nuevas debilidades que presentaba su rival, que no eran las mismas del inicio y que no fueron capaces de identificar. Quizá, en definitiva, la expulsión de Lewandowski decantó el partido... pero en contra de Osasuna.
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