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Osasuna 0 - 2 Real Sociedad

El ayer y el hoy de Osasuna se funden en uno en una noche mágica

El ayer y el hoy de Osasuna se funden en uno en una noche mágica

Ampliar osasuna
Los componentes del equipo de 2005 y el actual se fundieron en un círculo en el centro del campo que emocionó a la gradaJ.P. Urdíroz
Actualizado el 29/04/2023 a las 17:53
Cuando el fútbol era ese deporte universal que unía a grada y césped, a gente anónima y jugadores míticos, cuando el fútbol no estaba (tan) mediatizado por personas que poco o nada tienen que ver con la pasión, el amor por los colores, la implicación, la conexión, cuando todo era más sencillo, a los jugadores de Osasuna se les coreaba en El Sadar. Se pronunciaba su nombre a pleno grito. Cada uno tenía su canción. Bueno, había alguna que valía para varios futbolistas, aunque luego se les cambiaba un poco la letra. Cuando el fútbol unía, cuando no había casi distancia entre aquellos futbolistas de Tajonar y sus paisanos que no eran futbolistas, cuando los que llegaban con la maleta desde lejos se fundían en el mismo vestuario y enseguida hablaban de calderetes y costilladas, Osasuna era más de todos. Ayer, como si el tiempo se hubiera detenido, todo volvió a ser como antes.
La cuadrilla de estrellas de aquí y allá que configuraba el vestuario del mejor Osasuna de la historia, con permiso del actual que lleva camino de dejar huella para siempre y de aquél de andar por casa de los 80 y principios de los 90, provocó en El Sadar un torbellino de sentimientos. Cuando Savo Milosevic, Pablo García y sus compañeros saltaron al césped mientras en megafonía se pronunciaban sus nombres, la hinchada se desgañitó. Y sí, volvieron a escuchar cómo se coreaba a varios de ellos.
Una idea del club, plasmada a golpe de teléfono por Patxi Puñal, convirtió lo que parecía una maravillosa utopía en realidad. Veinte componentes de la plantilla de Osasuna que alcanzó la final de la Copa del Rey de 2005 y fue subcampeona al perder contra el Betis recibieron ayer un homenaje gigante, lo mejor que le puede pasar a un jugador cuando se retira: comprobar cómo la afición del equipo en el que vivió los mejores años de su carrera no le ha olvidado.
Cómo olvidarse de Ludovic Delporte, el Galgo de Son Moix. Sin esa cabellera dorada al viento que le hacía reconocible cuando cabalgaba por la banda izquierda rojilla, el francés de calidad exquisita y fragilidad extrema regresó a Pamplona y escuchó de nuevo aquel “Ludo, Ludo” inseparable a sus acciones.
Y cómo dejar de lado la simbiosis de Pierre Achille Webó con el club que le sacó de la nada, que le metió en un lote dudoso con Chengue Morales y que terminó convirtiéndole en uno de sus fetiches. “Webó, lolololololó” cantó El Sadar y el camerunés exhibió su simpática sonrisa, además de llevarse la mano al brazo, señalando su piel de gallina. Gracias al videomarcador del majestuoso nuevo estadio, que no existía cuando este equipazo completó sus grandes años en Liga, Copa y Europa, los rostros de los homenajeados se veían con nitidez. Y así se podían observar las sonrisas de complicidad de los veteranos componentes de Osasuna mientras eran llamados sus colegas.
Iván Rosado Osasuna
Savo Milosevic fue el último en saltar al césped en medio de una gran ovación. Sus compañeros le esperaron en el campoCORDOVILLA/GOÑI/URDÍROZ
Volcados con los capitanes
Quizá el mayor gancho del homenaje era ver a los rojillos foráneos, a los que el aficionado había perdido la pista pero no olvidado. Pero quedó bien patente que si alguien llega al corazón de esta hinchada son sus eternos capitanes. Las ovaciones a César Cruchaga y Patxi Puñal fueron apabullantes. El de Huarte, pieza clave de esta cita colosal, no ocultaba su emoción. El “No podrán parar a Patxi Puñal” se escuchó con la fuerza de siempre. O sea, gigante. Y el 7 volvió a sonreír gracias a un tremendo “Cruchi Cruchi”. Por momentos, El Sadar parecía el de dos décadas antes.
Empezó la enumeración de jugadores con Richard Sanzol, actual entrenador de porteros de Osasuna, para seguir con sus compañeros de línea, Juantxo Elía, titular en la final de Copa, y Gonzalo Eraso, tercer portero de la plantilla de 2005. El speaker pronunció los nombres de los defensas, Rafa Clavero, Quique Corrales, Josetxo Romero, Carlos Cuéllar, Unai Expósito, Miguel Flaño, todos con su respectivo tributo emocionante, los medios, Juanma Ortiz, David López, los delanteros, Iván Rosado, Valdo… Cada uno de ellos recibía el cariño acumulado durante estos años en los corazones rojillos.
Terremoto con Savo y Pablo
Pero claro. Ellos eran los más esperados. Dos leyendas vivas. Dos de los mejores jugadores de la historia de Osasuna. Y se dejó su turno para el final. Pablo García y Savo Milosevic provocaron un movimiento sísmico en torno a El Sadar con su salida al campo. Dos rostros imperturbables cuando defendían la elástica roja y dos hombres mucho más afables en su cuarentena, a los que se vio felices en su máxima expresión al escuchar “Pablo García lolololó loló” y “Savo Milosevic, lololololó”. La originalidad es la que es, para que nos vamos a engañar. Pero son cánticos que erizan la piel. Pablo levantó los brazos marcando bíceps, eufórico. Savo miró a la repleta grada de El Sadar, donde 21.570 personas le contemplaban, y salió con la mano en el corazón. Buf. Difícil explicarlo con palabras.
Los 20 hombres posaron en el centro del campo con camisetas rojillas. Muchos de ellos, como se decían por la mañana, están “para jugar”. Otros, no tanto. Les acompañó el que fue preparador físico de Osasuna en aquella época de la mano de Javier Aguirre, Juan Iribarren.
Fue el mejor preámbulo de un partido que ya no necesitaba mucho más para calentar el ambiente. Pero faltaba alguien. En el descanso, se emitieron en el videomarcador los mensajes de los protagonistas que no se pudieron desplazar. Patxi Puñal se había encargado de centralizar en su móvil los mensajes de todos ellos. Y así El Sadar pudo ver cómo están ahora Iñaki Muñoz desde Málaga, José Izquierdo desde Mallorca, Chengue Morales desde Uruguay y el más aplaudido Javier Aguirre, con su gracia habitual. También envió sus palabras el director deportivo de aquel Osasuna, Ángel Martín González.
El tono épico del momento y la emotividad del homenaje se rompieron cuando intervino Raúl García, que con 18 años era parte de aquella plantilla subcampeona. De forma mayoritaria, el estadio le propinó una sonora e inoportuna pitada. Hubo aplausos al final para intentar acallarla, pero se escucharon más las voces críticas con el actual jugador del Athletic.
Aloisi, por videomensaje
La gran ausencia de este legendario momento fue sin duda John Aloisi, el autor del gol que llevó a Osasuna a la prórroga de aquella final y a soñar a todo el osasunismo. El Canguro es entrenador en su país y se disculpó por estar entrenando y no poder acudir como hubiera deseado. Sus palabras fueron opacadas por uno de los cánticos más conocidos que se han dedicado a un futbolista rojillo: “Aloí, Aloí, Aloisí, lalalalalalalá”. La totalidad de los mensajes tuvieron el nexo común de desear a Osasuna la mayor de las fortunas en su segunda final, para que esta vez sí el sueño se haga realidad.
Como colofón de una noche única, los componentes de aquel Osasuna y de éste, de los representantes del fútbol que no tenía distancias y del que las marca en exceso, se fundieron en uno solo y salieron al centro del campo a cantar esta vez una canción que sirve para todas las épocas: “Somos un equipo valiente y luchador”. Más de 20.000 almas les alentaron en un coro ensordecedor que a continuación desconectó unos minutos para centrarse en “lo de Sevilla”. Los componentes de ambos equipos dieron la vuelta al campo en medio de la fiesta y se vio a Pablo García en animada charla con Moncayola, a Webó con el Chimy, a Moha bailando desatado, a Jagoba como uno más, aplaudiendo emocionado (el técnico no suele salir después de los partidos al césped pero esta vez no se quiso perder el histórico reencuentro rojillo), Milosevic abrazando a Kike Barja... Y finalmente, todo se cerró en un círculo perfecto.
Los rojillos de antes y de ahora, el osasunismo subcampeón y el que quiere ser campeón, los mitos y la realidad se fundieron en uno. Se reunieron en el círculo central del terreno de juego y liderados por David García, el capitán que puede levantar la Copa y que ayer guardó descanso para recuperar esa nariz que se torció en Cádiz, gritaron juntos la palabra que les une a ellos y nosotros, pase lo que pase, los separe quien los separe, cambien los tiempos o no: “¡Osasuna!”
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