Recepción
Los 'Beatles' de Osasuna: David, Unai, Barja y Moncayola, engullidos por la afición
La afición de Osasuna arropa a sus capitanes en los recibimientos en Pamplona

- María Vallejo
- Iñaki Ordóñez
No está claro quién era quién. Pero David García, Unai García, Jon Moncayola y Kike Barja parecían una banda de estrellas de la música más que cuatro jugadores que acaban de perder una final de Copa del Rey. No eran los Beatles. Este lunes 8 de mayo los cuatro capitanes de Osasuna vivieron una auténtica locura entre las masas rojillas que les esperaban en la calle.
¿Dónde están los demás? Se preguntaban muchos pamploneses confundidos. Al ver el autobús aparcado junto a la Plaza Consistorial, primero, y junto al Paseo Sarasate, después, muchos mirones se dieron cuenta de que algo rojillo se cocía. No se había anunciado en exceso. Iba a ser un recibimiento íntimo, dijeron. Pero a poco que se conozca a la afición de Osasuna ese tipo de afirmaciones resultan absurdas. La hinchada roja está eufórica, deseosa de celebrar y felicitar. Los tristes eran los protagonistas del partido, que apenas levantaban la mirada al llegar a los actos institucionales. Sin embargo, al pisar la calle, todo cambió.
El paseíllo desde la puerta del Ayuntamiento al autobús se produjo en medio de un auténtico griterío. Mucha gente joven, pero también mucho paseante y familias que se habían agolpado al ver que los osasunistas andaban por allí.
La segunda parada fue en el Parlamento de Navarra. De nuevo, una marea roja esperaba que se asomaran al balcón. Se echó de menos un micrófono en ambos eventos. La gente, sobre todo la de más baja edad, se encontraba ansiosa por escuchar una palabra en boca de sus héroes. David García se excusaba por no poder hacer llegar su voz al gentío y los capitanes, directivos -que incluso se pusieron a botar al ritmo de un cántico que llegaba desde abajo- y miembros del staff técnico saludaban con la mano. Las sonrisas eran tímidas. Había quien no podía siquiera esbozarla. Cata y Braulio estaban especialmente compungidos.
Pero cuando bajaron a fundirse con la hinchada, la expresión de los rojillos se transmutó. Desde lo más profundo de sus gargantas, la afición más joven reclamaba a cada uno de los jugadores. ¡Kikeeeeeee! ¡Unaaaaaai! ¡Daviiiiiiid! ¡Moncayolaaaaaa! Con muchas vocales cada nombre. Todo amabilidad, los futbolistas se pararon con decenas de aficionados. Es difícil calcular quién fue el más solicitado, porque los cuatro se mezclaron entre las personas agolpadas tras las vallas firmando autógrafos, haciéndose fotos, incluso tomando ellos mismos las imágenes. Las cadenas de televisión aprovechaban para grabar entrevistas con el mejor fondo posible, el amor de la afición.
Y, poco a poco, las caras de los cuatro capitanes se llenaron de felicidad. Nadie podrá quitarles la pena de haber perdido una final, pero lo ocurrido en Sevilla es un signo más de lo vivo que está el osasunismo, y eso no tiene medida en ninguna vitrina.