SerieEl reparto de la serie se completa con Gorka Otxoa, Kira Miró, Miguel Ángel Solá, Dafne Fernández y Óscar Casas
El negocio en el deporte rey centra la trama de 'Pollos sin cabeza', una comedia de HBO Max con Hugo Silva
El reparto de la serie se completa con Gorka Otxoa, Kira Miró, Miguel Ángel Solá, Dafne Fernández y Óscar Casas

- Borja Crespo
Es de agradecer que alguien se haya animado a producir una serie que desmitifica el mundo del fútbol, un negocio que ya se tira piedras sobre sí mismo todos los días, sin que le afecten las pedradas mediáticas. Escándalo aquí, escándalo allá, el balompié no siempre es pasto de la ficción audiovisual, a pesar de su popularidad, sobre todo con una visión tan loca y divertida como la que plantea Pollos sin cabeza, una propuesta que piensa en un público amplio y se deja de sutilezas innecesarias, aceptando su naturaleza. Desde el guion no dan nombres reales, todo es simulado, pero resulta fácil atar cabos y establecer paralelismos con la realidad. Se atreven a reconstruir leyendas urbanas y rumores varios que están ahí, son vox pópuli, pero nadie se anima a certificar al cien por cien, ¿por el bien de su integridad?
Alguien como el que esto escribe, que pasa olímpicamente del deporte, salvo el Athletic de Bilbao, entra en el juego sin problema. Es perfectamente comprensible, incluso para los profanos, lo que pasa en pantalla. Pillar las claras referencias a situaciones y personajes se antoja un divertido pasatiempo añadido a una comedia de enredo despendolada de veloz deglución, dividida en siete píldoras de 30 minutos de duración aproximada, que va creciendo y adquiriendo identidad según se acerca al final de su primera temporada, ya disponible al completo en HBO Max.
Pollos sin cabeza, que ha llegado a ser número uno en la plataforma en nuestras fronteras, por delante de Succession, viene con el aval de Pokeepsie Films, la productora encabezada por Álex de la Iglesia y Carolina Bang, que ha pillado carrerilla en nuestro panorama audiovisual, impulsando proyectos a un ritmo imparable. La serie refleja la futbolización actual de nuestra sociedad, donde todo es blanco o negro y se pide ser hincha de lo que nos interesa, a poder ser radical, empezando por la política y cualquier pasión imaginable. La defensa de unos colores es prioridad, independientemente de la ética, sea un equipo de fútbol o un partido con siglas.
Quien sirve como ejemplo para adentrarnos en los entresijos del negocio del deporte estrella es Alberto Martín Ruiz, alias Beto, un exfutbolista reconvertido en representante de jugadores tras un pasado trágico donde se le fue la mano con las sustancias sospechosas y la lió con un comportamiento reprobable. Ahora tiene montado un boyante chiringuito que se le puede ir al traste cuando le roban a su mejor fichaje. La guerra entre managers está al orden del día y el juego sucio es lo que funciona cuando hay vil metal de por medio.
El rey de la función, en cuyo hombros recae el peso de la ficción, es Hugo Silva, centro de atención del sainete. La farsa del fútbol es puesta en bandeja en todo su esplendor a través de las vivencias descalabradas de este agente impaciente que no sabe controlar sus nervios y se mete en berenjenales, uno tras otro, debido a la mala suerte y a terribles decisiones. El conocido actor, de sobrada trayectoria, está en su salsa encarnando a este individuo impredecible que tiene que driblar también con su ex-mujer, sus dos hijas adolescentes y una novia que viene y va.
SECUNDARIOS ENTRAÑABLES
Silva, rendido a un histrionismo consciente, como el resto del casting, está rodeado de secundarios entrañables que remarcan el carácter de la serie. Gorka Otxoa, siempre solvente, cuya agenda profesional no debe de tener ni un hueco últimamente, es su amigo del alma, también socio en la agencia: el concepto de amistad es otro de los temas de la propuesta. Dafne Fernández es la amante harta de los vaivenes de Beto y Kira Miró interpreta a su exmujer, un fenómeno televisivo al que es fácil poner un rostro real. Miguel Ángel Solá es la competencia, el enemigo, corrupto hasta las trancas. Nombres como el de Lucía Jiménez, Óscar Casas, Manuel Tallafé o Diogo Sales también forman parte de un reparto coral inspirado que busca en el absurdo y el exceso la diversión.
Han tenido que pasárselo en grande durante el rodaje, contagiando a aquel espectador que se apunte a la verbena. La risa provocada por los diálogos y el delirio in crescendo de Pollos sin cabeza cuenta a su vez con algunos momentos dramáticos, jugando con el tono y el formato en algunos capítulos, algo poco habitual en nuestra cosecha audiovisual. Por ejemplo, los protagonistas se agarran una melopea en una fiesta que los convierte en teleñecos.
Narrativamente, manejan con soltura flashbacks y recursos visuales, aunque habrá quien no esté interesado en dejarse llevar por el pasatiempo. Hay voces que han comparado el resultado con la aplaudida Ted Lasso, tendencia entre los entendidos del medio por méritos propios, pero ni lo es ni pretende serlo, salvo el común denominador del deporte como telón de fondo.
La fiesta que se montan Silva y compañía va por otros derroteros, es más creíble en algunos aspectos y busca la complicidad en beneficio del entretenimiento con la parodia por montera y un envoltorio cañí evidente que puede ser su mejor o pero baza, según el gusto del consumidor. La serie ha sido creada por Jorge Valdano Sáenz, hijo del conocido exfutbolista y entrenador.
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