Iglesia
Mariano Gazpio, un religioso navarro camino de los altares
Natural de Puente la Reina, agustino recoleto y misionero en China, el Papa lo ha declarado Venerable por sus virtudes

- Santiago Cañardo. Pamplona
La causa de canonización del religioso navarro Mariano Gazpio (Puente la Reina 1899- Marcilla 1989) camina hacia los altares. El Papa Francisco aprobaba el pasado 22 de mayo el reconocimiento de las virtudes heroicas de este Agustino recoleto, declarándole Venerable.
El pasado 13 de agosto se celebró, en el convento de los Agustinos Recoletos de Marcilla, la Eucaristía de acción de gracias por esta declaración. La presidió el Arzobispo de Pamplona, Francisco Pérez, acompañado del también Obispo Ángel San Casimiro, agustino recoleto, y el prior general de esta congregación, Miguel Miró, además de otros muchos agustinos venidos de diferentes países.
En la homilía, el Arzobispo resaltó tres características que definen la santidad vivida por Mariano Gazpio y que estamos llamados también a vivir hoy para ser testigos del Evangelio: ser buscadores de la verdad, ser testigos, ser amigos de Dios y de los hombres. Francisco Pérez destacó en especial su humildad que como “la luz luce, no se luce”. Al final se cantó por primera vez el himno al nuevo Venerable padre Mariano Gazpio, compuesto por el padre Javier Legarra Lopetegui (letra) e Isidro Gambarte (música).
SU VIDA
Mariano Gazpio, natural de Puente la Reina, profesó como religioso en 1915, a los 16 años. Estudió tres años de teología en Marcilla y uno en Manila, donde fue ordenado sacerdote el 23 de diciembre de 1922. Poco después, en 1924, partió voluntario en la primera expedición misionera agustino-recoleta a China. Anunció el evangelio en la región de Shangqiu, provincia de Henan Oriental, donde permaneció 28 años. Allí se distinguió por su celo apostólico, su profunda piedad y su amor a los pobres. Algunos fieles chinos lo recuerdan todavía con veneración y se glorían de haber sido bautizados por él. Fue expulsado de China a principios de 1952, como todos los misioneros. Entonces pasó a ejercer como maestro de novicios y prior en Monteagudo. Desde 1964 residió en Marcilla, hasta su fallecimiento en 1989 en el Hospital de Navarra de paro cardiaco. Fue sepultado en el panteón de los agustinos recoletos en el cementerio de Marcilla Durante sus veinticinco años en Marcilla ejerció como confesor y director espiritual de una numerosa comunidad.
SU ESPIRITUALIDAD
Era muy devoto de la Eucaristía, del Sagrado Corazón de Jesús y, por supuesto, de la Virgen María. Su piedad era admirable. Además de las horas de rezo comunitario, pasaba otras muchas haciendo oración personal. Su trato con Dios era continuo. Leía frecuentemente la Biblia; la tenía siempre abierta sobre la mesa. En la dirección espiritual recurría con muchísima frecuencia a expresiones bíblicas. Sobresalió también por su humildad, caridad y espíritu de servicio. Nunca hablaba de sus trabajos o de cosas que pudieran redundar en alabanza suya. Era observante y fiel en el cumplimiento de sus deberes; sumamente delicado y caritativo en el trato con los demás. Su vida austera y ejemplar está grabada en la mente y en el corazón de los religiosos que convivieron con él en Monteagudo y Marcilla. Todos lo recuerdan hoy como un religioso santo, y no son pocos los que se encomiendan a su intercesión.
Ante esta fama de santidad, en 1998 se solicitó al arzobispo de Pamplona la apertura del proceso de beatificación, que se abrió en el 2000. El 20 de marzo de 2004 el arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián, clausuró la fase diocesana del proceso, tras recoger los testimonios de un gran número de personas, testigos de su santidad.
Tras el reconocimiento de sus virtudes heroicas, el siguiente paso para su beatificación será el reconocimiento de un milagro obtenido por medio de su intercesión.