Olatz González: “Las raquetistas ganaban más que los ministros hace un siglo”

El juego de pelota y el frontón formaban parte de su vida cotidiana. Su padre era aficionado y a ella le gustaba observar cómo los pelotaris se disputaban los tantos en las plazas de los pueblos. Pero nunca lo había visto como algo más que un deporte. Hasta que las peleas de gallos de los balineses se cruzaron en su camino. Corría 1998 y Olatz González Abrisketa (Bilbao, 1973) había terminado la carrera de Antropología en la Universidad de Deusto y estaba a punto de comenzar su tesis doctoral sobre la semiótica (la ciencia que estudia los sistemas de comunicación) del velo de las mujeres musulmanas en Essaouira (Marruecos). “Pero llegó a mis manos un artículo sobre las peleas de gallos en Bali y me di cuenta de la cosmovisión. Y de que los gallos eran la representación de los balineses”. Y así, extrapolando esa idea al juego de pelota vasca, decidió comenzar su investigación. Los comentarios del expelotari Ogueta en la EITB (“me fascinaban como antropóloga”) y la final del cuatro y medio entre Retegi II y Titín III en diciembre de 1998 hicieron el resto. Fruto de años de investigación, escribió su tesis doctoral con el título La pelota vasca: un ritual, una estética. Y codirigió, años después, el documental Pelota II, junto con el cineasta danés Jorgen Leth. Sobre estas cuestiones habló recientemente en los cursos de verano de la UPNA en Ujué, que versaron sobre El sonido del universo: música, estrellas y tradiciones populares. Dice que siempre le había llamado la atención el ‘espacio del frontón’. ¿A qué se refiere? A que el juego de pelota debía de ser muy importante cuando los frontones se ubicaban, en general, en las plazas de los pueblos. Donde está la iglesia, el ayuntamiento... Lo que sucedía allí tenía que ser bastante importante... ¿Y así comenzó a investigar? ¿Observando en los frontones? El último año de carrera, me gustaba ir a ver jugar a la gente en el frontón de la plaza de San Nicolás de Algorta (Vizcaya). Pero mi investigación comenzó en Baztán. En marzo de 1999, alquilé un piso en Elizondo y, durante seis meses, busqué documentación en el archivo del valle y los fines de semana iba a los frontones para ver las diferentes modalidades de juego (mano, guante...). ¿Qué conclusiones extrajo? Tengo una tesis histórica, aunque yo no soy historiadora; y otra, más antropológica. La pelota es un juego medieval que se jugaba en toda Europa en la Edad Media, sobre todo, en los castillos, como el de Olite. Pero se empieza a hacer más importante en los siglos XVII y XVIII, cuando ya está pacificado el mundo rural porque deporte y conflicto bélico no casan bien. En mi tesis más antropológica hablo de que la pelota genera un ritual de comunidad. Empieza como una escisión, un partido de dos partes que van a luchar para ver quién es el ganador. Y también hay una ética estética, un comportamiento cultural. Se habla de que las pelotas y los frontones son ‘nobles’. Hay una enseñanza moral a través del juego, en la que se pone de manifiesto cómo te debes comportar y que espera de ti la gente. ¿Por qué la pelota, si se practicaba en toda Europa en la Edad Media, terminó convirtiéndose en un deporte de esta zona? En Europa, la pelota empieza a perder fuerza con la modernidad (no olvidemos de que la Revolución francesa comienza en un trinquete, en el Jeux de pomme). Sin embargo, aquí va ganándola. Pero lo que determina que el juego de pelota se vuelva vasco es que a finales del siglo XIX se industrializa. Es decir, muchos empresarios montan frontones cerrados, en los que hay que pagar entrada, y se convierte en un negocio. El primer frontón de este tipo es el Jai Alai, de San Sebastián , que se inauguró en 1887 y le puso el nombre Serafín Baroja, periodista y padre de Pío Baroja. Los empresarios vascos, gracias a las apuestas, ven un nicho de negocio y comienzan a montar frontones en Madrid, Barcelona... Y a todas las ciudades españolas acuden a jugar pelotaris vascos. Los periódicos hablan entonces del ‘sport vasco’. Y no olvidemos que es el momento álgido del nacionalismo. Se empiezan a abrir frontones en México, Argentina, Uruguay, China, Filipinas, Egipto... Mujeres raquetistas ¿Fue entonces cuando empezaron a jugar las mujeres? Ya había algunas que jugaban a cesta y a pelota mano. Pero a comienzos del siglo XX surgen las raquetistas (las que juegan con raqueta de doble cordada y con pelota de cuero) y su éxito es rotundo. En 1917, se construye el primer frontón para raquetistas en Madrid. Había partidos todos los días y, en los periódicos de entonces, se escribían crónicas diarias. ¡Fue un fenómeno increíble! Se empiezan a abrir frontones de mujeres en toda España (Sevilla, Tenerife, Palma de Mallorca...) y se convierten en auténticos espacios sociales: contaban con peluquería, restaurante... Lo que denota que allí iba a la gente a pasar el día. Cuando estalla la Guerra Civil, en 1936, siguen abiertos en las dos zonas, la nacional y la republicana. Y cuando termina la contienda y gana el bando nacional, aunque quieren prohibir el juego porque va en contra de la imagen de la mujer que quieren proyectar, no pueden porque genera muchísimo dinero con los impuestos. Pero lo que sí que hacen es prohibir las licencias. Es decir, continúan las raquetistas que ya había pero desaparecen las escuelas y no se forman más. Por la dictadura en España, muchas salen del país... Los frontones españoles se van desabasteciendo de mujeres raquetistas y tienen que cerrar porque muchas prefieren ir al extranjero. Por ejemplo, a México DF, donde a principios de los 50, como una lugar neurálgico tras la Segunda Guerra Mundial, se vivía mucho mejor, con más libertad y les pagaban una millonada. ¿Tanto dinero ganaban? ¡Mucho más que los ministros! Como los futbolistas ahora (se ríe). En 1929, la figura del frontón Madrid, a la que llamaban ‘La Bolche’ (de bolchevique) porque era muy guerrera en la cancha, ganaba más de 4.500 pesetas al mes. Y en el 1936, siete años después y antes de del alzamiento, Franco, que era el militar de más rango del país, sumaba 4.100. ¿Por qué han desaparecido? Porque al prohibirse las escuelas de raquetistas tras la guerra, no hubo nuevas y las que había fueron envejeciendo. Sin embargo, en el exilio, sí que eran muchas. En 1948, el Eusko Deia, el periódico del PNV en el exilio, publicó un reportaje sobre pelota, en el que contaban que de los más de 1.400 pelotaris emigrantes (que enviaban divisas al País Vasco), más de 750, la mitad, eran mujeres. ¡Fue un fenómenos impresionante en la historia del deporte mundial. En 2015 codirigió el documental ‘Pelota II’. ¿Qué quiso transmitir? Quise desplazar el protagonismo de los pelotaris a las pelotas, ya que el partido no empieza el domingo en el frontón, sino cuando se elige el material. Fue un honor dirigirlo con Jorgen Leth (que en 1983 presentó ‘Pelota’). ¿Qué ‘dice’ una pelota al botar o rebotar contra las paredes del frontón? ¿Qué se extrae del lenguaje de esa esfera de goma o de cuero? Olatz González Abrisketa, profesora de Antropología Social en la Universidad del País Vasco (UPV) en San Sebastián, impartió una conferencia sobre esta realidad. Y lo hizo recientemente en el marco de los cursos de verano de la UPNA en Ujué, bajo el título El sonido del universo: música, estrellas y tradiciones populares. “Cada pelota es un mundo y una de las singularidades de este juego es que no están estandarizadas. A diferencia de lo que ocurre con el tenis o el fútbol”, explica. Y, añade, según asegura la gente mayor, la pelota es “un ser vivo” (cambia si hay humedad o hace más o menos calor). “Con el sonido, sabes cómo va a ser esa pelota, cómo va a comportarse en el frontón. Al escucharlo, sabrás si es ‘botona’, seca, lenta, viva... Lo que identifican los pelotaris a la hora de la elección de material”.

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Descubrió en los frontones una emoción más allá del deporte. Y decidió investigar el mundo de la pelota desde un punto de vista antropológico

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