
Uharte Arakil: 25 años del mayor desastre ferroviario de Navarra
El intercity 'Miguel de Unamuno' descarriló en Uharte Arakil con 248 pasajeros, de los que 18 fallecieron. La tragedia marcó a una generación
31/03/2022
El traqueteo de un tren rompe el silencio de la tarde del Lunes de Pascua mientras avanza a 140 kilómetros por hora por el corredor de Sakana en dirección a Hendaya. Los pasajeros de sus cuatro vagones conversan relajados o descansan la vista en las crestas de las sierras de Aralar y Andia, bañadas por los últimos rayos de sol. Es el intercity ‘Miguel de Unamuno’ y va casi lleno: 243 pasajeros y 5 trabajadores. Muchos de ellos regresan de sus vacaciones de Semana Santa desde las costas catalanas; otros, como las amigas tudelanas María Rafols, Fabiola y Sagrario Belloso y Ana Carmen Aramburu, todas ellas de entre 62 y 67 años, las acaban de comenzar minutos antes en la estación de Pamplona y su destino es París.
El ‘Miguel de Unamuno’ suele cruzarse a diario con el regional Vitoria-Pamplona-Castejón a la altura de la estación de Etxarri Aranatz. Como sólo existe una vía, es obligado que uno de los trenes se detenga y se introduzca en una vía secundaria para dejar libre la principal. Esta tarde el intercity acumula un retraso de 12 minutos, por lo que desde el control de mando de Miranda de Ebro se decide que el cruce con el regional se realice en la estación anterior, la de Uharte Arakil.
Todo transcurre con normalidad. En la locomotora del ‘Miguel de Unamuno’, el maquinista José García Fernández, de 49 años, y su auxiliar, Miguel Ángel Marinetto, de 32, pasan junto a la señal de avanzada, a dos kilómetros de Uharte, sin advertir la indicación de precaución que les obliga a reducir la velocidad a 30 kilómetros por hora. (La investigación oficial dirá después que pudo deslumbrarles el sol, aunque en el juicio posterior tampoco se descartará que la señal de avanzada indicase vía libre al paso de la locomotora). Poco después, los maquinistas descubren que la señal de entrada, a 200 metros de la estación, les obliga a parar, pero tardan en reaccionar. Circulan a 138 kilómetros por hora y a esa velocidad es a la que entran en el cambio de agujas. En medio del estupor, los maquinistas cometen una imprudencia fatal, por la que se les acabará condenando, y accionan el freno directo de la locomotora en vez del freno de emergencia.
El descarrilamiento es inevitable. La locomotora y el primer vagón logran entrar al desvío por los raíles, pero el resto del convoy se sale en un violento zigzagueo. El tercero de los vagones se monta sobre el segundo, vuelcan y comienzan a arrastrarse por las traviesas del lado derecho. El vagón cuarto queda cruzado sobre la vía justo en el cambio de agujas.
Son las 19.43 horas del 31 de marzo de 1997, los vagones centrales del intercity ‘Miguel de Unamuno’ son un amasijo de hierros de los que emergen los primeros pasajeros ensangrentados en medio del caos. Acaba de producirse la mayor catástrofe ferroviaria de Navarra con 18 muertos y 115 heridos.
LA LLAMADA QUE ACTIVÓ EL MAYOR DISPOSITIVO DE EMERGENCIA EN NAVARRA
Apenas dos minutos después, la centralita de SOS Navarra recibe la primera llamada de una larga noche. Es una vecina de Uharte Arakil que informa del descarrilamiento de un tren con pasajeros. No hay más información, pero el accidente ya se adivina grave. En ese primer momento son alertados el equipo médico del centro de salud de Irurtzun, una ambulancia de Etxarri Aranatz y los bomberos de Alsasua.
Minutos después llegan los primeros agentes de la Guardia Civil y al tomar conciencia de la gravedad del accidente, SOS Navarra procede a tejer un dispositivo de emergencia sin precedentes y en el peor de los escenarios: un lunes festivo y en plena operación retorno de vacaciones.

En cuestión de minutos el helicóptero del Gobierno de Navarra que ese día controla el tráfico aterriza en la autovía y evacua a los dos primeros heridos muy graves. Sucesivamente se van activando todas las ambulancias disponibles, públicas y privadas. También llegan desde Guipúzcoa y Álava y son ofrecidas desde Aragón. Al final, unas 500 personas, entre personal médico, voluntarios de DYA y Cruz Roja, Policía Foral, Guardia Civil y voluntarios de Protección Civil participan en el operativo
La mayoría de los 115 heridos son evacuados a hospitales de Pamplona, salvo 12 que no revisten gravedad y se derivan a Vitoria. Tráfico abre un pasillo desde Uharte hasta la zona hospitalaria de Navarra para el tránsito de las ambulancias. Mientras tanto, se suceden las labores de rescate y con la llegada de grúas pluma se levantan los vagones volcados. Envueltos en mantas, 18 fallecidos se alinean a primera hora de la noche junto a la vía del tren. Desde allí son trasladados al frontón de Uharte Arakil, donde comienzan las identificaciones.
La catástrofe ha precipitado el estreno del Plan Territorial de Protección Civil de Navarra. Posteriormente se evaluará como positiva la respuesta de los equipos implicados, si bien desde SOS Navarra se apuntarán algunas necesidades de mejora, como la presencia de un centro de coordinación móvil en Uharte.
Esa noche, SOS Navarra envía también seis psicólogos a Uharte para acompañar a las familiares de las víctimas, que se unen a los aportados por otras entidades. La tragedia ferroviaria de Uharte y la riada que había arrasado sólo unos meses antes el camping de Las Nieves en Biescas serán consideradas a partir de entonces como el punto de arranque de la movilización pública e institucional de psicólogos ante catástrofes en España.

UHARTE, UN PUEBLO VOLCADO EN LA AYUDA
Sin embargo, a la vez que los servicios de emergencia daban una respuesta vigorosa al accidente más grave de las últimas décadas en Navarra, se erigió como protagonista la solidaridad de todo un pueblo, Uharte Arakil.
A las 19.41 horas, Javier Zubieta, de cinco años, esperaba asomado en la ventana de la cocina de su casa de Uharte, a pocos metros de la vía, el paso del Intercity Miguel de Unamuno. Vio pasar la locomotora y el primer vagón y corrió a la ventana del comedor para poder seguir el paso del convoy. Pero el tren desapareció ante su vista y una nube de polvo lo envolvió todo.
Al desastre de la vía se asomaron poco a poco muchos de los 900 habitantes de Uharte Arakil, donde la noticia del descarrilamiento sacudió como un látigo calles y bares. Si algo recordarían años después los heridos y los familiares de las víctimas sería como en medio de la tragedia se multiplicaron los brazos y el consuelo de forma espontánea hasta que llegaron las primeras asistencias y ambulancias
El entonces párroco de Uharte Arakil y oftalmólogo, Peio Orbegozo, estableció las prioridades entre los heridos hasta que llegó la coordinación. La antigua carretera paralela a la vía del tren se convirtió en un continuo ir y venir de vecinos con mantas, termos de tila... Incluso un taller de tornillería situado en frente de la estación abrió sus puertas y se convirtió en un improvisado ambulatorio para atender a los heridos.
"Nos ayudaron a buscar a nuestros familiares, trajeron mantas, atendieron a los heridos, nos preguntaban si estábamos bien, nos ofrecían llamar por teléfono...», resumía años después su agradecimiento una de las viajeras que sí pudieron contarlo en uno de los homenajes que anualmente se han rendido en Uharte a los fallecidos en la tragedia donde un monolito de piedra recuerda hoy, 25 años después, la memoria de los que perdieron la vida, pero también la solidaridad que nació del mayor desastre ferroviario de Navarra.
Podcast con los periodistas de Diario de Navarra que cubrieron el suceso