"Tía Natalya, rezad y seguid viviendo"

El chico de la fotografía que sonríe en una trinchera de Bajmut es Sergiy, sobrino de Natalya, la vecina del barrio pamplonés de la Rochapea. Las imágenes corresponden a hace un par de semanas. La madre de este joven de 29 años relata a través de un audio traducido por Natalya para este periódico que hace doce años emigraron a Italia en busca de un futuro. Su hijo no tardó en ponerse a trabajar como repartidor de publicidad y periódicos. Poco a poco, mientras aprendía italiano, alternó la hostelería con el oficio de pintor de brocha gorda. Al final se inclinó por la hostelería y le contrataron en un restaurante. Mantenía una vida más o menos acomodada, junto a su familia, pero en Ucrania se quedaron sus abuelos, tíos y sobrinos. Por eso, al empezar la invasión rusa la madrugada del 24 de febrero de 2022, decidió volver. Su padrastro, temiendo lo peor, le despojó del pasaporte y amenazó con romperlo. Pero el joven no se amilanó y plantó cara a la situación. Lo tenía claro, quería alistarse en el ejército ucraniano. Las atrocidades que estaba perpetrando el ejército ruso entonces en los alrededores de Kiev, le empujó a dar el paso definitivo. Y se marchó. Llegó en abril a la frontera, cuando todo era confuso y los ciudadanos trataban de escapar de los combates. Al mostrar su pasaporte, los soldados le preguntaron que por qué volvía a Ucrania cuando todo el mundo se marchaba. Sin dar demasiadas explicaciones, cruzó y viajó hasta la casa de su abuela. Su primer cometido como militar, mientras aprendía el manejo de un arma, fue cavar trincheras y búnkeres. Tres meses después, lo destinaron a Jersón. Combatió e izó la bandera ucraniana, tal y como se publicó en una fotografía en un medio local del país. Y de la primera línea de los combates de Jersón lo trasladaron a las trincheras de Bajmut, donde lleva más de seis meses. En la última conversación con su tía, el 24 de abril, le dijo: “Tía Natalya, rezad y seguid viviendo. Y no hagáis demasiado caso a lo que cuenta la televisión. Cuando vuelva a casa os lo contaré todo”. Al recordar aquella conversación, sus palabras, Natalya necesita tomar aliento. “La última vez que hablamos me dijo que tenía cuatro minutos. Y me contó que es un sargento que tiene a su cargo a 150 soldados. Que es responsable de la vidas de esos chicos y que no les llega comida allí. Pero tampoco se queja. Me ha explicado que la ayuda que se envía, por ejemplo desde Navarra, se queda en un correo postal a cincuenta kilómetros de Bajmut, y él por su rango puede acudir y recoger todo lo que se envía para su unidad. Cada tres días son relevados, descansan, aprovechan para abastecerse y regresan. También me ha contado que duermen sobre hojas y se cubren con plásticos que encuentran por la ciudad. Se mantienen como pueden, bebiendo agua del río”. La ayuda desde Navarra sigue filtrándose en Ucrania gracias a un local de hostelería de la calle Marcelo Celayeta de Pamplona. “Cualquier detalle, cualquier objeto en desuso, cualquier palabra o gesto, puede animar a seguir viviendo, incluido un andador”, explica un herido de guerra de 22 años llamado Dmytro desde el Hospital de Odesa donde recibe rehabilitación. “Llevo en el frente desde el primer día y en diciembre me hirieron en la columna. Después de tres operaciones, los médicos no son demasiado optimistas. Ellos aseguran que no podré caminar pero no me rindo”. La vida de Dmytro ha estado marcada desde los veinte años por una carrera militar meteórica que le ha llevado a liderar su propia unidad. “Por eso no me rindo, porque he tenido a un grupo a mi cargo y necesito volver con ellos. Tengo tantas ganas de levantarme y volver a vivir”, prosigue su relato, apoyado en el mismo andador que le ha mandado desde Pamplona Andoni Segura Ardanaz, de 56 años. Lo hizo un par de semanas antes de que Natalya enviase el paquete con ropa y botas a su sobrino a Bajmut. El vecino de la Rochapea reconocía a este periódico horas antes del envío que la historia del soldado le “removió especialmente”. Por eso, dice, le llena que el andador que compró hace seis años para recuperarse de un ictus se encuentre ahora en manos de un joven herido de guerra.

"Tía Natalya, rezad y seguid viviendo"

El soldado ucraniano Sergiy, de 29 años, combate desde hace seis meses en Bajmut. Y desde las trincheras, en una conversación de cuatro minutos, ha hablado con su tía Natalya, vecina de la Rochapea, y mandó un mensaje

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