Isabel Cadena, nueva presidenta de Cruz Roja Navarra: "La despoblación y la salud mental son temas prioritarios los próximos años"

Isabel Cadena no se recuerda de niña abriendo regalos la mañana del día de Reyes. Desde que tiene memoria, en su casa la tradición era romper la hucha engordada durante todo el año y acudir al hospital infantil de San Juan de Dios de Barcelona, su ciudad natal, para visitar a los niños enfermos y donar lo ahorrado. “Mis padres viven y lo seguimos haciendo con los sobrinos, los nietos y los bisnietos”, cuenta. Crecer en una familia “volcada en lo social” le marcó, y ella recogió el testigo con distintas experiencias de voluntariado local y también internacional, en campos de refugiados en África y Asia de la mano de la Comunidad Europea. Se define como una mujer “muy inquieta, a la que le gusta aprender de todo”. Tanto que es ingeniera agrícola de formación, pero fue durante muchos años empleada de banca, hasta que la salud le apartó de su desempeño laboral. “También soy juez de vacas”, apostilla divertida la anécdota, herencia de su paso por el Servicio Agrario de Caixa Catalunya. Desde 2008 reside en Cirauqui, el pueblo de su marido, Javier Sánchez de Muniáin, agricultor. En 2017 se acercó para ofrecer su tiempo a la Cruz Roja de Estella, asamblea de la que era presidenta hasta que le han encomendado esta nueva responsabilidad, que encara con ganas de ponerle “mucho corazón”. ¿Cómo termina una empleada de banca de Barcelona viviendo en Cirauqui? Me casé con un agricultor y mi marido me dijo que las tierras no se podían cambiar de sitio, pero mi trabajo sí. Así que ya estaba yendo y viniendo, pero en 2008 me vine definitivamente a Cirauqui. Seguí trabajando en banca, fui directora de una sucursal de Caixa Catalunya en Ansoáin. Después tuve unos problemas graves de salud y estuve como 4 ó 5 años fuera de todo, porque lo único importante era rehabilitar y volver a caminar. Soy un poco robocop, llevo 12 tornillos en la espalda y unas cuantas operaciones a cuestas. Ahí tuve claro que no podría volver a trabajar a full time, pero sí podía volver a ayudar, que es lo que a mí me gusta. Y un día fue al dentista y al lado de la consulta está la sede de Cruz Roja en Estella, ¿no fue así? Pues sí. Yo había sido voluntaria en otras asociaciones de Barcelona, había interactuado con gente de Cruz Roja y tenía muy buenas referencias. Así que un día que salía del dentista, que está en la misma calle en Estella, entré en la sede. Me recibieron y me hicieron una pequeña entrevista. Necesitaban una traductora de inglés para el programa de asilo y yo lo hablo, así que esa misma tarde comencé. Estuve dos años de voluntaria, luego ya me eligieron presidenta. Han sido cuatro años muy intensos, complicados, con la pandemia, los incendios, la guerra de Ucrania... ¿Es muy distinto el rol de voluntaria que de presidenta? La responsabilidad es distinta, claro. Es verdad que yo tenía experiencia en la gestión de equipos en la época de las Olimpiadas, en gimnasia rítmica y artística. También en gestión económica, por mi carrera profesional, y toda esa experiencia acumulada siempre te sirve. Al final, es cuestión de gestionar y ponerle corazón a las cosas. En finanzas, también. Usted es ingeniera técnica agrícola pero tiene un máster en finanzas y terminó en banca. ¿Cómo ha sido su trayectoria laboral? Acabé en banca a través del Servicio Agrario de Caixa Catalunya [entidad que después fue absorbida por el BBVA]. Estuve trabajando allí encantada de la vida, de pueblo en pueblo con mi coche. Hasta me hicieron responsable. Pero en un momento dado me ofrecieron entrar en banca, en la red de oficinas, y quise probar. A los dos meses de entrar me hicieron directora de la oficina de Caixa Catalunya de la Villa Olímpica. Era justo recién acabadas las Olimpiadas y tuve la suerte de colaborar en crear un barrio entero en Barcelona desde el principio. Aprendí muchísimo. Y tengo clientes de aquella etapa que todavía me llaman. ¿Le dejaron huella sus experiencias en campos de refugiados? Sí, estuve en varios países de África y Asia, y la huella es fantástica. Es duro y, a la vez, muy reconfortante. Considero que ya solo viajar es importantísimo para todo el mundo, porque te abre las miras. Si no, estás un poco metido en una burbuja. Esto es muy pequeño y las realidades del mundo son otras. Para tener un concepto más global no hay nada como conocer otros países. Yo desde los 18 años no he parado de viajar. ¿Ser la primera mujer en presidir Cruz Roja Navarra significa algo? Mucho, aún lo tengo que asumir. Para mí es un orgullo tremendo y una responsabilidad importante. Sé que hay gente que ha puesto la confianza en mí justamente por eso y ahora hay que cumplir. Creo que también es un camino abierto para otras mujeres, no sólo aquí, sino en cualquier ámbito. Todo es proponérselo y ponerle ganas. Y corazón. ¿En qué momento diría que coge las riendas de la organización? La organización funciona sola. Hay una parte de técnicos y otra de voluntariado, y cuando ambas partes caminan juntas, todo encaja. Esa es la ventaja. ¿Habrá problemas? Sí, microproblemas, eso existirá siempre. Pero tengo la suerte de que mi antecesor, Pedro Arzoz, me lo ha dejado muy fácil. Lo que Cruz Roja ha de ser siempre es muy dinámica. Cuando salta una crisis, no nos podemos permitir estar un mes reestructurándonos, sino que al día siguiente ya tenemos que empezar a funcionar. Por eso necesitamos gente que tenga adaptabilidad al cambio y ganas. ¿Qué prioridades sociales detectan? La semana que viene tenemos el comité nacional en Madrid, y allí se establecerán los objetivos y los compromisos para los próximos cuatro años, siempre y cuando no pase algo que obligue a modificarlos. Pero uno de los temas que no se tocaba hasta ahora y va a ser primordial es la España despoblada, para nosotros, la Navarra despoblada. Tenemos que llegar a atenderla. El objetivo, una vez pasadas las elecciones y el cambio de alcaldías, es contactar con servicios sociales y hacer esfuerzos para penetrar en toda la red. Por otro lado, a mí el tema de la salud mental me preocupa muchísimo, particularmente en la juventud. Intentaremos ver cómo podemos colaborar en estos cuatro años. ¿Librar la guerra por su cuenta no tiene sentido? Ninguno, ni en ésta ni en ningún tipo de actuación. Se trata de establecer alianzas, de no duplicarse y unir fuerzas para que se llegue a mucha más gente. ¿Cómo se consigue mantenerse como una organización de referencia, con 6.600 voluntarios, en un sector tan atomizado? Yo soy afortunada de habérmelo encontrado hecho. Creo que en esto hacen mucha labor las asambleas locales, que son quienes tienen el trabajo de mantener a los voluntarios y de conseguir nuevos cuando estos se van. El voluntariado en Cruz Roja es algo muy cíclico: mucha gente comienza en Juventud, lo mama desde joven y después hay etapas, por trabajo o por crear una familia, que se alejan un tiempo; pero en cuanto pueden, regresan. Hay un colectivo que funciona al revés: entran a tope en los años universitarios y luego lo dejan cuando encuentran un trabajo. Pero el que ha sido de Cruz Roja... eso siempre queda. ¿Alguna otra prioridad? Para mí una prioridad siempre es el diálogo. Mi parte de ingeniera me hace necesitar razonar las cosas, entender por qué pasan. Me gustaría que hubiera mucho diálogo en el seno de la institución, tanto con técnicos como con voluntarios, porque así las soluciones son más fáciles. La inmigración se está utilizando como arma electoral en esta campaña. ¿Sienten que se contamina un poco su trabajo en el día a día? Uno de nuestros principios es la neutralidad, siempre. Entre la política que entre, nunca nos vamos a meter. Siempre, absolutamente siempre, permanecemos neutrales. Eso es fundamental para Cruz Roja y por eso, cuando hay una crisis, podemos entrar en cualquier bando, en Ucrania y en Rusia, porque nosotros a lo que vamos es a ayudar. Yo podría darte mi opinión de lo que oigo hablar sobre inmigración, pero sería la mía, personal, y ahí no me puedo meter. ¿Pero condiciona su trabajo el clima social, cómo percibe la sociedad la realidad de los inmigrantes o de los refugiados? Nosotros tenemos la suerte de ser neutrales y eso la gente lo tiene muy claro. Creo que por eso estamos siempre como un referente. Venga quien venga, seguimos estando ahí, y así tiene que ser. Se ha hablado mucho de la excepción que se ha hecho con los ucranianos, del trato de favor que han recibido respecto a otros refugiados. ¿Cómo lo valora? ¿Ha sido muy distinta la forma de trabajar con ellos? Nunca habíamos tenido una crisis europea. Nosotros hemos ido haciendo lo que se nos ha dicho. Venían directrices de la Comunidad Europea para acometer todos la misma actuación, y sí ha sido distinta que con otros refugiados. Pero porque ha tenido que ser así. Por ejemplo, no se hacía selección de personas, eran llegadas masivas de gente, no había tiempo y se tenían que solucionar en pocos días muchísimas cosas. La forma de trabajar pautada que tenemos en asilo y refugio no valía, y se han dado soluciones distintas. ¿Crea un precedente? ¿Sirve para futuras crisis? Sirve como experiencia para intentar hacerlo mejor en la siguiente, eso es lo que puedo decir. Para todos fue una novedad. ¿Se llegaron a sentir desbordados? Sí, sobre todo a la hora de buscar alojamiento. Todos sabemos cómo está el tema de la vivienda en Pamplona y en Navarra. De pronto, llega muchísima gente y hay que buscarles una solución. Ha sido muy difícil. Yo cuento el ejemplo de Estella. El Gobierno de Navarra nos cedió un albergue, Oncineda, y de repente nos aparecieron 150 personas. Sin idioma, muy asustadas, con niños, sin nada. Y tuvimos que aprender en el día a día. Detrás hay unos técnicos fabulosos que nos ayudan, pero la situación era cada día distinta. ¿Esta situación se ha reposado ya? Sí, estamos en otro momento. Seguimos teniendo a mucha población ucraniana pero de otra manera. Más situada, algunos con trabajo, otros buscando, los niños escolarizados. Mucha gente vino de manera muy provisional, pensando que volvería pronto, y esto se está alargando. Creo que ha habido un cambio de mentalidad en ese sentido. Nosotros les seguimos dando clases de castellano.

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