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Refugiados

El drama de la ruta de los Balcanes

Una educadora del valle de Arakil viaja a Bosnia-Herzegovina como miembro de una ONG que presta apoyo a huidos de la guerra de Siria en busca de un lugar seguro en Europa. Su periplo se convierte en pesadilla al ser deportados en la frontera

Ampliar “Una fábrica abandonada es para muchos un lugar de asentamiento temporal”, a la espera de cruzar la frontera, a escasos kilómetros de Velika Kladusa (Bosnia-Herzegovina)
“Una fábrica abandonada es para muchos un lugar de asentamiento temporal”, a la espera de cruzar la frontera, a escasos kilómetros de Velika Kladusa (Bosnia-Herzegovina)
Publicado el 29/05/2023 a las 06:00
"¿No era ésta la Europa de los derechos?”. La interpelación hace tambalear los pilares humanitarios sobre los que se sustenta el continente. “Huimos de la violencia de los talibanes, que tanto teméis aquí, para encontrarnos con más violencia en lugar de refugio”. La respuesta a un interrogante reflexivo es acogida por Inés Huarte González, hoy educadora de 25 años de edad y residente en San Sebastián, originaria de Hiriberri de Arakil, que en octubre abrió sus ojos y oídos al lamento de tantos refugiados sin destino seguro.
Aprovechó una beca del Ayuntamiento del valle de Arakil para unir sus fuerzas y dar rienda a su sensibilidad humanitaria junto a la ONG No Name Kitchen en la denominada Ruta de los Balcanes. A tal descripción responde el itinerario abierto para tantas personas perseguidas por sus propios recuerdos del conflicto que atenaza a Siria desde 2015. Desde las costas griegas, un contingente cada vez más numeroso se adentra por el camino estrecho del desconcierto y temor, sin más certeza que el sueño de encontrar en la Europa pudiente un lugar en el que olvidar pesares. Su medio es su propia voluntad, cuando atrás todo está perdido. “Para llegar a países como Alemania, Francia, Reino Unido o Dinamarca, cruzan las fronteras de los países situados en la zona de los Balcanes Occidentales. Esta ruta atraviesa países como Macedonia, Serbia, Bosnia, Hungría y Croacia, y se caracteriza por su peligrosidad, falta de apoyo y su violencia invisibilizada en las zonas fronterizas”, narra Inés Huarte.
“Los medios de comunicación -describe en un relato de denuncia pública- nos bombardean con noticias y datos que terminan dibujando una imagen de la migración como amenaza y acaban deshumanizando a las personas que huyen de sus países por diversas razones. Sin embargo, las violencias que estas personas viven en las fronteras Europeas es invisibilizada, y la precariedad de la situación de las personas que quedan estancadas a las puertas de Europa oculta. Y es que más allá de estas narrativas securitarias y xenófobas existen personas, familias, menores, jóvenes que huyendo de conflictos o países inestables recorren kilómetros para llegar a lugares seguros donde poder rehacer su vida. Para sorpresa de muchos al llegar a las fronteras de la UE se encuentran con fronteras infranqueables que no les dan más opciones que buscar rutas alternativas poniendo en riesgo sus vidas y las de sus familias”.
Inés pone palabras a una experiencia aderezada por los sentidos y un poso de humanidad. Derrochó energías en una labor voluntaria allá donde abunda la necesidad. “No Name Kitchen es una organización independiente que trabaja con personas voluntarias de diferentes nacionalidades y en diferentes puntos de los Balcanes y el Mediterráneo. Entre sus objetivos está ofrecer solidaridad en forma de apoyo a las personas que cruzan por esta ruta buscando lugares seguros en Europa y denunciar las violaciones de Derechos Humanos que se dan en estas fronteras”, aclara como presentación de la entidad que le proporcionó soporte. El apoyo que ofrece la ONG “se traduce en la distribución de ropa de abrigo, sacos de dormir, mantas, duchas calientes, asistencia sanitaria básica y vales para tiendas locales. En coordinación con otros movimientos intenta cubrir las necesidades básicas de estas personas con la dignidad y solidaridad como ejes. Además, debido a las deportaciones violentas e ilegales que se dan en muchos puntos de los Balcanes, los miembros de la organización también documentan y registran casos de esta violencia en frontera para llevar a cabo denuncias sociales, políticas y en algunos casos legales”.
BOSNIA-HERZEGOVINA
Durante ocho semanas que duró su experiencia solidaria, permaneció en la localidad fronteriza de Velika Kladusa, en Bosnia Herzegovina. Se ocupó de “recoger testimonios de las personas que habían estado sujetas a devoluciones en caliente (push-backs), muchas veces de manera violenta, por parte de las autoridades croatas”.
Más allá de la labor específica, quedó marcada por la realidad en una nueva secuencia humanitaria que contaba, en su caso, con el precedente del auxilio prestado con la organización navarra HelpNa en Grecia en 2016.
Sus conclusiones contienen un mensaje de esperanza. “Ante esta Europa que mira hacia otro lado, también existen la solidaridad, la lucha por una acogida digna y la defensa de los derechos humanos. Aunque está claro que nadie necesita caridad donde hay justicia”.
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