La manicura llega a casa en los pueblos del Pirineo

Begoña se dedica a la estética y la mayoría de sus clientes son mayores de 65 años, muchas superan los 90 y todos viven en pueblos donde los escaparates escasean y el censo frena expectativas de negocio. Pero la ilusión de quedarse donde has aprendido a andar, calles empedradas que invitan a caminar despacio, paisajes que te miran de frente, acunados por el vuelo inesperado de un milano, con la vecina que mima sus flores, el que improvisa una tertulia camino de la huerta, toda esa arquitectura vital, despierta el ingenio. Le sucedió a Begoña Leiva Hualde. De 48 años, nació en Jaurrieta en una familia de cuatro hermanos y todos se quedaron. “La mayor tiene una casa rural en Jaurrieta, el hermano es albañil en Orbaizeta, la pequeña trabaja en los ayuntamientos de Ezcároz, Jaurrieta y Oronz y reside en Ochagavía”, recorre. Begoña solo ha dejado el valle de Salazar para estudiar, cinco años en Lumbier, de lunes a viernes. Con la titulación en Administrativo regresó y trabajó en tantos oficios. “Diez años en una empresa de porteros automáticos, luego en una gasolinera, en una ludoteca, y en hostelería”, explica que el turismo propicia empleo en este sector, pero con horarios complicados de enlazar con la crianza y la familia. Begoña se estableció en Esparza de Salazar, el pueblo de su marido, edificaron una casa y sobre todo una forma de vida. Nacieron sus dos hijos, hoy de 18 y 15, durante años los únicos niños en el pueblo. Ahora hay tres, dos hermanas de 4 y 1 años y otra más que pronto cumplirá uno. “¿Cuántos habitantes somos? Algunas veces los cuento, creo que dormimos a diario entre 37 y 40”, afina. La cifra contrasta con un núcleo urbano que es un escenario de cuento con un buen puñado de casas, todas bien conservadas; con el ayuntamiento, la iglesia, la sociedad, el camping y una almadía en el coqueto parque infantil. “Le di muchas vueltas, quería emprender, proyectamos una lavandería, luego lo descartamos y pensé en la manera de ofrecer un servicio a personas mayores, porque en el valle y en todo el Pirineo hay muchas. Siempre me gustó arreglar las uñas, hacía la pedicura a mi padre... Al tiempo decidí formarme, primero con un curso a distancia y después en la escuela de Estética Ramiro Mata de Pamplona”, explica que al principio desconocía cuál sería la acogida, “daba miedo lanzarse”, era algo nuevo y compaginó la manicura y pedicura a domicilio con la hostelería. Hace ya dos años decidió centrarse en su nuevo oficio. "Me hice autónoma y buzoneé el servicio, enseguida tuve los primeros clientes y a día de hoy estoy encantada". Feliz, concede en la cocina de su casa. Son kilómetros al volante, algunas veces hasta una hora de ida y otra de vuelta, por carreteras salpicadas de puertos y curvas caprichosas. No tiene duda de que merece la pena. “No tengo un local, voy a las casas y en los pueblos normalmente se organizan y atiendo a varias personas en un día, he recorrido los siete pueblos de Roncal, varios en Salazar, los nueve de Aezkoa, Burguete y todos los de Erro. Recuerdo un día que me llamó un hombre de Loizu y yo no sabía ni dónde estaba, pero allí que fui”, colecciona tantas anécdotas. Begoña se adapta a los horarios y regresa a casa contenta con el trabajo, “con el antes y el después” y con esa mochila invisible cargada de historias, de biografías de novela. “Es muy bonito, te cuentan sus vidas y me gusta escucharles”, parece evidente que a veces la de Begoña es la única visita del día. Hay casas donde habita una persona, en otras dos. Y ese picaporte que suena es una razón para sonreír. La profesión de Begoña Leiva está enmarcada en en veinte uñas. No solo es cortarlas, limarlas o en su caso pintarlas. Va más allá. Hay quien ya no puede agacharse tanto como para arreglarse las uñas de los pies; o quien arrastra otros problemas de movilidad, musculares... Y luego está la estética, que también. “Sobre todo en verano se pintan más, aunque a algunas mujeres les gusta lucirlas todo el año y en colores, quien es de rojo, es de rojo”, viene a decir que las gentes son un poco como su paisaje, como los geranios rojos que ganan por goleada en los balcones, aunque los hay blancos o en tonos salmón. “Te tiene que gustar vivir en el pueblo y luego ya, puedes con todo”.

La manicura llega a casa en los pueblos del Pirineo

Begoña Leiva Hualde creó su propio puesto de trabajo y se desplaza desde Esparza de Salazar por este valle y por los de Roncal, Aezkoa y Erro. Hace manicura y pedicura y la mayoría de sus clientes son mayores de 65 años

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