Elena Aranguren, cautivada por la naturaleza de Canadá

Dudó entre Australia y Canadá para perfeccionar su inglés. Su amor por los deportes de nieve, cultivado desde la infancia en las pistas de Candanchú, inclinó la balanza hacia el país norteamericano. De hecho, buscó una escuela en una estación de esquí y dedicó los primeros meses a sacarse los títulos de Cambridge, mientras compartía casa, “hasta habitación y baño”, con chicas australianas y belgas a las que conoció al llegar. De aquello hace ya 12 años, un tiempo que “ha pasado volando”. “Parece que fue ayer cuando vine aquí sola, a la aventura, con un maleta y un inglés bastante patatero”, admite. Ya no vive en la estación de esquí de Whistler, pero sí en un pueblo cercano. Se llama Pemberton, tiene unos 3.400 habitantes y está en la costa oeste del país, en British Columbia. “Sólo esta provincia es más grande que España y Francia juntas, con muy pocas opciones de carretera debido a las montañas”, indica para dar cuenta de la inmensidad del país. Es una zona “muy tranquila, rodeada de montañas, ríos y lagos”, donde la patata es el principal cultivo. La pamplonesa vive con su marido Matt, un canadiense que se crió en la costa opuesta, pero que cruzó el país movido por su pasión por el snowboard. “Poder disfrutar con él de la naturaleza de este país, que a mí me cautivó, es un sueño. Compartimos las mismas aficiones, el mismo amor por los animales y el medioambiente”. La pareja tiene dos perros, Lola y Maple, y llevan un estilo de vida muy vinculado al deporte y la naturaleza. “En Pamplona te juntas para tomarte un café o para irte de pinchos por lo Viejo. Aquí te juntas para andar en bici, irte un fin de semana de acampada o esquiar. La zona donde vivimos es bastante turística, la mayoría de personas han emigrado y estamos lejos de casa, así que los amigos acaban convirtiéndose en tu familia”, describe. OPORTUNIDADES LABORALES El nivel de vida en Canadá es “muy alto”, y Aranguren, que estudió Secretariado Internacional de Dirección en la Universidad de Navarra, ha hecho un poco de todo, sobre todo al principio. “Mi primer trabajo fue limpiando un restaurante a las 5 de la mañana. Me daba lo justo para pagarme el alquiler y la comida. Lo recuerdo como uno de los mejores trabajos que he tenido. Trabajaba 3 horas diarias, me iba a esquiar y luego a la escuela de inglés”. Desde 2020 es empleada del gobierno local (el equivalente a nuestro poder municipal) como coordinadora de oficina para el departamento corporativo, legislativo y administrativo. “Llevo tres años aquí y con idea de continuar”. Antes de la pandemia había preferido ocupaciones que le permitieran trabajar al aire libre todos los días del año: instructora de esquí, jardinera, coordinadora de un programa de naturaleza para niños y adolescentes en una escuela de medioambiente. Hasta fue fotógrafa en un Sur Camp de Costa Rica durante un breve intervalo de 4 meses. “Mi sueño era aprender mejor a surfear”. También ha complementado sus ingresos dando clases de español y de bailes latinos, algo que le ayuda a sentirse “conectada” con sus raíces. Sostiene que las bases de su bagaje profesional se asientan en las enseñanzas que recibió trabajando en Pamplona en la empresa familiar (Talleres Jose Aranguren), dedicada a la soldadura y la calderería metálica, fundada por su abuelo, continuada por sus padres y por sus hermanos después. “Trabajé como administrativa y mi madre y mi padre fueron los mejores profesores que puedo pedir”, agradece. De su país de acogida valora “la flexibilidad y las oportunidades que le ha brindado”. “Aquí siento que se valoran más las ganas de trabajar y tu experiencia laboral que miles de títulos universitarios o másters”, explica. INCENDIOS Y CLIMA Cree que haber crecido esquiando en los Pirineos le ayuda a afrontar los rigores del clima en invierno. Eso sí, cuando las temperaturas bajan hasta los -35 grados, “algo que no es habitual pero a veces pasa”, no hay preparación que valga. “Se hace duro vivir aquí, pero solo suele durar una semana”. Los veranos, en cambio, “son calurosos y cada vez más”. “Este verano se han alcanzado los 42 grados y casi no ha habido precipitaciones. El calentamiento global es una realidad y los incendios forestales son cada vez más frecuentes”, lamenta. Este año, por primera vez, la pamplonesa se ha visto obligada a preparar una maleta de emergencia por si había que evacuar el pueblo. “Toda la provincia estuvo en estado de alerta por los incendios este verano”. No deja de sorprenderle de Canadá que "todo es a lo grande". "Los lagos grandes, los árboles enormes, pájaros mariposas, todo grande", describe. "Esta zona es área del oso negro y es fascinante convivir con animales tan majestuosos como ellos. Me sorprendió que pueden caminar en frente de ti y tranquilamente siguen con su vida y tú con la tuya, sin ningún problema. Durante estos años he aprendido mucho de ellos y no me canso de verlos". También le admira la conciencia medioambiental que impera entre la ciudadanía. "Raramente ves espacios sucios con basura. Todo el mundo es responsables de dejarlo todo tal y como lo encontró, sobre todo para evitar atraer animales. Al vivir con tanta vida salvaje, es algo que se lleva con seriedad. Los basureros son a prueba de osos y mapaches", apunta. Otro rasgo de la sociedad canadiense, que encaja también con la forma de ser de la pamplonesa, es "la pasión por el deporte, el comer saludable y el ejercicio". "No se ve a gente fumar cigarrillos. De hecho, el pueblo entero de Whistler es smoke free (libre de tabaco)" , cuenta. Confiesa añorar mucho a su familia, ir de juevintxo con sus amigas, tener a su entorno al alcance con sólo mandar un whatsapp. “La vida social de Pamplona no tiene comparación, vayas donde vayas”, cree. Sin embargo, siente que su presente está en Canadá. “Uno de nuestros sueños es construir una casa off-grid (con un sistema de generación fotovoltaica autónomo que no se encuentra conectado a la red eléctrica) y estamos haciendo todo lo posible para conseguirlo”. Mientras, proyecta ya la próxima visita de sus padres, "que no son sólo mis padres sino mis mejors amigos y grandes compañeros de viaje". "En 2019 organicé un roadtrip con ellos. Llegaron a Vancouver y les fui a recoger con mi perra Lola y mi camper al aeropuerto, y de ahí comenzamos un viaje inolvidable. Recorrimos todo Seattle, toda British Columbia, parte de Alberta y llegamos hasta Alaska", rememora. Este año han podido volver, y han recorrido la coste este en coche: Ontario, Quebec, hasta llegar a Nueva York. Aranguren tiene claro cuál será el próximo destino familiar: Yukón y Terranova&Labrador. "Me encanta viajar con ellos".

Elena Aranguren, cautivada por la naturaleza de Canadá

Se marchó a la costa oeste de Canadá para aprender inglés durante 6 meses, pero ya lleva 12 años allí. Vive con su marido Matt, con quien comparte su amor por los deportes de nieve, los animales y por la imponente naturaleza del país

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