El tren de las castañas centenarias en Pamplona

Miguel y Andoni Martínez crecieron viendo cómo su padre vendía castañas asadas en la calle Comedias, al igual que lo hizo su abuelo José ‘el sordo’ Martínez. Casi 100 años y dos generaciones después de que se fundara, los hermanos mantienen la herencia familiar de ser castañero con la misma ilusión que sus antepasados. En 1925, José ‘el sordo’ construyó el famoso tren donde comenzó a preparar este fruto con el que las familias se calentaban en las tardes de invierno. Comerciante de profesión, sus hijos crecieron viendo y ayudando a su padre en el trabajo. “Mi recuerdo de la infancia es viniendo aquí (calle Comedias) a verle los fines de semana. Le ayudaba con lo que podía: llevaba sacos...”, contaba el pequeño de ellos. Ahora ambos siguen a pie de calle en dos puntos del Casco Viejo de Pamplona: la calle Comedias y la plaza de Merindades. El paso del tiempo también ha dejado huella en la ciudad que han visto crecer de cerca. Los dos coinciden en que en hoy la gente prefiere quedarse en casa y vive con mucha más prisa. Pero eso no les desanima para seguir ofreciendo una sonrisa a los clientes que se acercan, aunque sea a saludarles. “Somos una familia, nos conocemos desde que empecé hace 32 años. Cualquier cosa que pasa nos damos apoyo”, expresaba Miguel Martínez. El atípico calor del “veroño” antes del frío también ha afectado a la venta. Según el mayor de los hermanos, la gran diferencia respecto a años anteriores fueron los días con noches cálidas. “Me han venido a comprar en tirantes y en chanclas”, contaba. Además, el encarecimiento de los productos ha repercutido de igual manera en su negocio. “Está más caro el carbón, el papel e incluso las castañas, que provienen de la Sierra de Gredos (centro peninsular), han aumentado un 15-20% su coste”, indicaba Andoni. El precio de media docena es de 2 euros, respecto al 1,50 de 2021. La novedad es que se puede pagar con tarjeta. A pesar de que cada uno tiene su propio negocio, los hermanos se ayudan el uno con el otro. “Es un valor añadido a la familia, no existe la competencia entre nosotros”, añadió Miguel. UNAS NAVIDADES ATÍPICAS Según explica Andoni, la pandemia tuvo un doble efecto sobre la venta de castañas. Por un lado, “fuimos afortunados porque no tuvimos que cerrar en ningún momento. Nuestra venta está en la calle”. Sin embargo, cuando terminó el confinamiento, poca gente paseaba por el centro porque no había terrazas, que era donde se podía estar. “Fueron unas Navidades raras. La gente no salía de casa, había distancia”. Los hermanos esperan que esta temporada funcione mejor, ya que se tratan de unas fechas “muy importantes para nosotros”, aseguraba Andoni. Andoni Martínez no llegó a conocer a su abuelo, pero su padre le transmitió la esencia de la profesión desde que era pequeño. Comenzó con el negocio cuando se celebró la primera feria navideña en Antoniutti y años después fue el encargado de relevar a su padre en su mítico puesto situado en la calle Comedias. A sus 48 años, continúa la tradición del tren y lo mantiene casi 100 años después de su construcción. “Me encanta ver cómo la gente evoluciona y cambia, cómo va viniendo otra generación diferente. La gente le tiene cariño al castañero”, contaba. La castañera, fabricada con hierro, incluye un panel de sonidos que imitan a la de una máquina real. “Mucha gente viene porque de pequeño le traían al tren y los sonidos les recuerdan a su infancia”, señaló el pequeño de los hermanos. “Espero que nos aguante varias generaciones más. Nosotros nos marcharemos y la castañera seguirá aquí”. Andoni Martínez combina la profesión de castañero con su trabajo en el Grupo Viscofan. Según explica, es muy complicado dedicarse a ello como único empleo y para él funciona como un complemento, sobre todo para una campaña. Su principal motivación es continuar la herencia familiar. “Mi padre sabe que estamos aquí y que la esquina no está sola. Eso seguro que le da vida”, expresó. Al igual que él lo hacía de pequeño, sus dos hijos suelen ir a visitarle a su puesto. Martínez confiesa que le gustaría que ellos siguieran la tradición, aunque “todavía son pequeños para saberlo”. El mayor de los Martínez empezó a vender castañas en 1990, pero al igual que su hermano “he estado durmiendo entre castaños”, decía. Antes combinaba su empleo con ser castañero, pero ahora se dedica a ello a tiempo completo. “Podemos trabajar aquí gracias a lo que hay detrás. Mi mujer, Marian, y mis hijos me ayudan en lo que pueden”, señalaba Miguel Martínez. Para él la esencia de este oficio es el trato personal y la confianza con la gente. “Los vecinos de la zona me preguntan y les pregunto qué tal. Me conocen, saben que estoy aquí”, contaba. Desde hace 32 años, de lunes a domingo, aguanta el frío en la plaza de Merindades para ofrecer un aperitivo caliente a los viandantes. Aunque, según explica, desde la pandemia cada vez más se está perdiendo la tradición de salir a pasear y la gente es más casera. “Esto es pasear, calentarte las manos... Disfrutar del momento”, indicaba. Por ello, algunos puestos pueden seguir trabajando, aunque le preocupa que cada vez los castañeros son más veteranos. Sin embargo, confiesa que no sabe si le gustaría que sus hijos continuaran con el oficio. “Son muy jóvenes, esto es muy duro. Tiene muchas satisfacciones, pero cuando eres joven no es para vivir”, explicaba. No obstante, él lo disfruta “como un niño. Desconecto. Aquí hay problemas pero son otros, no son los del día a día”. Asegura sentirse pleno y sobre todo, está agradecido con su padre y su abuelo porque “gracias a ellos mi hermano y yo somos lo que somos”.

El tren de las castañas centenarias en Pamplona

En 1925, José Martínez fundaba ‘el tren’, su puesto de castañas en la calle Comedias. Casi 100 años después, sus nietos, los hermanos Miguel y Andoni Martínez, continúan su legado después de que su padre también lo hiciera

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