Rutas con oficio
Una diseñadora de moda en el valle más despoblado de Navarra
Edurne Ibáñez se mudó "por amor" a Irurozqui, 30 habitantes en Urraúl Alto. Montó allí su taller de diseño, especializado en artes escénicas, vestuario para óperas y teatro.

Actualizado el 24/04/2023 a las 11:38
El de Urraúl Alto es el valle más despoblado de Navarra. Se podría deducir que no está de moda. Apenas 130 habitantes en cuatro concejos y diez lugares, pueblos que perdieron hasta la entidad que un día tuvieron porque el censo mermó demasiado en los parámetros de una administración encorsetada en cifras. No parece un buen marco para emprender, pero la mirada de Edurne Ibáñez Huarte, 43 años, dice justo lo contrario. Es diseñadora de moda y montó su taller en Irurozqui, uno de los concejos, donde 30 personas dan sostienen la curva demográfica a modo de funambulistas en una cuerda endeble. Lo dicen los balcones con flores de todos los colores, las chimeneas que humean, los tres niños que juegan en el frontón, la casa rural que recibe a huéspedes de otras tierras, el claxon del panadero, el del frutero, la contaminación cero y un cielo de los de tocar las estrellas.
Edurne Ibáñez se crió en la avenida de Galicia de Pamplona, en el Ensanche de edificios gemelos, oficinas y comercios. Soñaba un mundo de telas, tijeras y metros. Tras estudiar Diseño se inició en el oficio con Philippe Laporte. “Estuve cuatro años, hasta que cerraron; luego montamos una sociedad en la Rochapea, Entre Tres. Fueron cinco años. Y me fui especializando en vestuario de escena: ópera, teatro, colecciones artísticas, también como un laboratorio de investigación. Me gusta la iluminación en la estética, condiciona la forma de presentar mis trajes”, explica sentada en el jardín de su casa, bajo una florida paulownia tormentosa, especie japonesa a la que llaman el árbol de la vida. Lo plantaron cuando nació Joel, el mayor de sus dos hijos, hace 6 años. Luego llegó Abril, de 3. Son dos de los tres niños del pueblo. Están escolarizados en Lumbier, donde tienen el servicio médico. “Pero Educación les deriva a Aoiz, algo contradictorio, el médico en un pueblo, la escuela en otro y más alejado”, lamenta que tienen que asumir el transporte y todo el coste del comedor por elegir Lumbier. “Luego hablan de combatir la despoblación”, no ve Edurne más que palabras huecas. Este es para ella el único lunar de la vida en Irurozqui, a donde llegó por amor hace trece años. “Mi pareja es de aquí, es agricultor y creo que él no se hubiera adaptado a Pamplona”, razona y añade: “No me compensaba quedarme en la ciudad, me gusta conducir y el trayecto cuando tengo que viajar me sirve para reposicionarme. Esto es sanador, encuentro el equilibrio que necesitas para crear, descubrí que estaba mejor. Creo que los pueblos son para cuando eres joven. Hay quien regresa al jubilarse, pero tal vez cuando eres mayor tienes necesidades que te resuelve mejor la ciudad”, considera Edurne y entiende que “para los niños es regalarles una infancia como la que tuvimos nosotros”, rescata la suya de fines de semana en Sangüesa, de donde procede su familia.
Respecto a su profesión, valora que un taller como el suyo “no podría sostenerlo en la avenida Carlos III de Pamplona”.
Anda concentrada en una zarzuela de nueva creación que se estrenará en el teatro Gayarre y en otro montaje de teatro de Estefanía de Paz Asín. “Cada historia es distinta y con todas disfrutas, tengo la sensación de no estar trabajando, estoy donde quiero estar, puedo vivir de lo que me gusta, que es importante”, apunta la diseñadora y no descuida sembrar alguna semilla en el entorno, como el proyecto en el colegio de Lumbier, con un taller donde cada alumno de 6 a 11 años confeccionará un vestido inspirado en un modelo de la colección de Edurne Ibáñez. Le entusiasma la idea, tanto como las de escenarios de grandes telones. “Es importante comunicar con lo artístico. A las personas nos apagan con los años, nos hacen más grises, los niños son más puros y son buenos los valores transversales, ahora que están acostumbrados a la inmediatez, este proyecto les pone en práctica y les enfrenta a la frustración”, reflexiona. O la exposición en el hórreo de Santa Fe de Epároz con vestidos de novia de distintas épocas prestados por mujeres de la zona. Y quiere rescatar la indumentaria tradicional del valle. “El patrimonio textil de los pueblos se pierde”.
