Fiestas
Pimiento del piquillo de Lodosa: 3.000 kilos de tradición
La degustación de este popular cultivo convirtió el paseo en un improvisado comedor para servir cientos de raciones en un acto ya con tres décadas de vida

Publicado el 18/09/2022 a las 06:00
El pimiento del piquillo de Lodosa no necesita otro aderezo para servirse en la mesa que un buen aceite de oliva, ajo y sal. Palabra de Mariluz Jiménez Hugalde, encargada desde hace 40 años de Conservas Perón que, unas fiestas más en honor a la Virgen de las Angustias, y ya van 30, surtió el almuerzo popular con 3.000 kilos del cultivo que ha inscrito con letras de oro a Lodosa en la historia culinaria del país. Pero tras estas cazuelas que, en el paseo a partir de las una y cuarto del mediodía, se sirvieron a cientos de asistentes había más trabajo que este simple aderezo.
Y es que, desde las seis de la mañana, una treintena de personas, se encargaron de asarlos y pelarlos. “A leña y a mano, quitando los restos con cuchillo sin lavarlos antes. Ese es el secreto y así lo hacemos en la fábrica, aunque eso suponga menos producción”, decía Jesús Martínez Lizanzu. “Pero nadie, ni mi mujer ( Blanca Cordón Erdozáin, también metida en harina, o mejor dicho, en el ajo del pimiento), me llaman por el nombre. He sido Perón desde que nací”, comentaba riendo el dueño de la conservera. “De pequeño debía ser tan guapo que las mujeres le decían a mi madre, éste se va a casar como Perón”, cuenta sobre el presidente argentino.
La remesa de ayer procedía de las tierras de la empresa. “De los que cultiva mi hijo Sergio (Martínez Cordón) y que convierte a este producto en único gracias al buen suelo del antiguo regadío, las aguas del Ebro y el clima, con calor de día y el fresco de la noche”, añadía Perón - “no pongas mi nombre, que nadie sabrá quién habla”, reía- “aunque este año hemos tenido el termómetro muy alto desde mayo y con noches poco frías. Así que el pimiento ha salido más pequeño, pero igual de bueno”.
75 LITROS DE VINO
El almuerzo se acompañó con 75 litros y cien barras de pan que, entre otras. convirtieron en rebanadas Rosa Marrodán Aguirre y sor Amada Alayeto Morentin. “Venimos de voluntarias porque nos gusta aportar todo lo que se pueda a Lodosa”, decían las dos, mientras afuera ya se formaba una cola que daba la vuelta completa al quiosco del paseo.
Entre ellos estaban Pili Oliver Soto, oriunda de Lodosa y ahora vecina de Ayegui, acompañada por su hija Tania Araiz, también residente en Ayegui, y su padre Félix Oliver Martínez. “Él insiste en que merece mucho la pena esperar, así que le haremos caso”, comentaba Pili, mientras el hombre asentía. “Por aquí dicen que si te casas en Lodosa no te faltará tener patatas, pimientos y caracoles para comer”, apostillaba Félix, que pedía salir en el periódico “como alguien de aquí de toda la vida”.
No era el caso de Javier Lasheras Mayoral ni de su hija Leyre Lasheras Escrich, de 12 años. Ellos venían de Madrid. “Pero mi mujer, su madre, sí que es de aquí, y todos los años estamos por Lodosa de visita”, comentaba él. Y de vuelta a la capital española, reían padre e hija, llevan el maletero lleno de conservas de Espárragos y pimientos. “Que luego, claro, nos piden las visitas si les invitamos a cenar”.
Carmen Garraza Morentin, que sí vive en Lodosa, indicaba que en septiembre en su casa siempre hay pimientos por lo que ayer, como muchos otros, quizá guardó cola más por participar en una tradición que por degustar un producto que conoce de sobra. “No me digas por qué es tan bueno que lo diferencia de los demás. Quizá que tiene más cuerpo”. Y más carne, se escuchaba decir por detrás a una de sus amigas.
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