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Tradición

Carnavales: Ituren y Zubieta renuevan su compromiso de hermandad

A orillas del río Ezkurra, ambas localidades han cumplido con el primero de los dos capítulos de los ‘joaldunak’. Ahogadas las restricciones de los últimos años, una legión de visitantes cayó rendida al hechizo de 94 de ellos

Ampliar Carnavales
Los ‘joaldunak’ de Aurtitz y Zubieta atraviesan el puente de Latsaga, de 1744, camino a su encuentro con sus homólogos de IturenEDUARDO BUXENS
Actualizado el 31/01/2023 a las 12:51
Logró abrirse el sol para iluminar la aparición estelar de los joaldunak. Fue una señal de las alturas en la recuperación del esplendor de un Carnaval de alto poder cautivador, que el año pasado registró una afluencia de visitantes aminorada por petición de los ayuntamientos de Ituren y Zubieta para evitar males que estallasen después en lamentos por la amenaza entonces latente de la pandemia. “La gente tiene ganas”, se le escuchó decir a un paciente Juan Etxebeste Ariztoy, al que la tradición -si como tal se identifica todo acto repetido dos años consecutivos como bien señalaba el doctor Arazuri-, volvió a concederle la encomienda de regulador de entradas y salidas al desván de la posada de Ituren.
En ella, hubo libertad de movimiento entre los llamados a portar los cencerros y llevar el peso de la costumbre para ultimar los preparativos del vestuario. Hasta la entrada de las escaleras que conducen al depósito de los secretos, que estos días hace las veces de comedor, se acercó el segoviano Enrique Cuesta, de vacaciones y con interés por conocer de cerca un acontecimiento conocido de oídas y por imágenes a través de las nuevas tecnologías que acercan distancias. Hasta la bajocubierta fueron subiendo varones en su mayor parte, vestidos con camisas a cuadros y pantalón de mahón, vellón y dos cencerros en las manos para que obrase la metamorfosis de su apariencia.
El ritual de la imposición de la indumentaria, con los cencerros bien apretados a la cintura so pena de sufrir dolencias en la espalda al mínimo descuido de aflojar la cuerda, se repitió en la posada de Zubieta y a la entrada de la casa Ekialdea, en el barrio de Aurtitz, de Ituren. La antesala del primer capítulo de hermandad a lo largo de los 4 kilómetros que median con Zubieta preparó al conjunto hasta engordar, a eso de las tres de la tarde, en el frontón de Ituren, con 79 adultos y 15 menores, unidos por el compromiso de los joaldunak con el legado recibido de sus mayores.

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“Esto se lleva en la sangre”. La sentencia de Kepa Leiza Mikeo, de 47 años, encontró una explicación en el ejemplo dado por los padres con sus hijos. Los suyos, Mattin e Iñaki, de 12 y 9 años, siguieron sus pasos, después de estar uniformados con los elementos que invisten a los protagonistas de un Carnaval icónico, que revitalizaron los hermanos Caro Baroja en 1964. Entonces recibieron la licencia de la autoridad competente para ilustrar el serial de Navarra Cuatro Estaciones con escenas de la historia y el sentimiento de los pueblos.
Los hermanos Mattin e Iñaki, al igual que Ander Mariezcurrena Mikeo, de 13 años, lucieron orgullosos su vestimenta con el ttunturo de forma cónica y tiras de color sobre sus cabezas, hisopo en mano y cuerpo engordado con vellón y cencerros adaptados a su tamaño. Hubo un elemento diferenciador del grupo sobre los de Ituren y Zubieta, que su madre, Itziar Baleztena, llevó en sus manos: el pañuelo rojo con la silueta del joaldunak y la leyenda de Aurtitz.
CALDO, HUEVO DURO Y PAN
Como en toda fiesta asentada en costumbres condimentadas con el sabor de la vecindad y el compromiso con el pasado, cada escena del Carnaval de Ituren, Aurtitz y Zubieta está supeditada al movimiento de las manecillas del reloj de los almuerzos. Después del recibimiento a la comitiva de 30 joaldunak de camisa blanca de Zubieta en la carretera que bordea Aurtitz, la sociedad de este barrio abrió sus puertas a anfitriones e invitados para compartir un tentempié de alto poder calorífico con el que sobrellevar el esfuerzo del segundo tramo de la andadura antes de abrazar el corazón de Ituren. El menú tradicional, a base de caldo, huevo duro y pan, dispuso al conjunto para enfilar la carretera y el sendero que se adentra por el puente de Latsada, de 1744.
En un marco bucólico, acentuado por el tiempo detenido sobre el empedrado del viaducto, una nutrida concurrencia se apostó en una ladera para inmortalizar, en unos casos, una estampa de postal.
Metros adelante, la comitiva de Ituren, integrada por 34 intérpretes, esperó a sus homólogos de Aurtitz y Zubieta hasta completar la fusión del gran grupo que acabó formándose a orillas del río Ezkurra. El recorrido final hasta el corazón de Ituren acogió la incorporación del hartza (oso) en la corriente sonora paralela al cauce fluvial. Su estela orientó los pasos de José Antonio Loiarte Mutuberria, integrado en el segmento de Zubieta en calidad de pastor. A sus 61 años de edad, tomó por invitación de Tomás Ibarra Indakoetxea, quien fuera pastor en Estados Unidos, la encomienda con la esperanza de poder hoy lucir cencerros adosados a su espalda en la representación musical de su pueblo.
Con las campanadas de las tres de la tarde, el frontón de Ituren se convirtió en un hervidero de espectadores, joaldunak y mozorros mimetizados en escenas esperpénticas. Sobre el frontis rebotó un estruendo metálico, acompasado conforme el estilo de Ituren y Zubieta, que dicta un solo toque de cencerro con doble eco a cada golpe de riñón.
Continuará este martes el Carnaval, pero con Zubieta como anfitrión de un evento que hunde sus raíces en el conjuro de los malos espíritus que amenazaban con arruinar las cosechas.
En el cielo acabó este lunes por lucir el astro rey, con el invierno aferrado a la cumbre del nevado monte Mendaur. La combinación de tonos, entre dorados y blancos sobre fondo verde, decoró un lienzo de trazos históricos y sentimiento.

El carnaval, al detalle

800 euros. 
Es lo que pueden llegar a valer los cencerros. La cuantía varía entre 600 y esta cantidad. Hubo artesanos en Malerreka que se dedicaron a su confección en décadas pasada. Existe en Francia una empresa especializada a la que acuden hoy dia algunos joaldunak.
¿Cuánto pesan los cencerros?
Sobre los 6 kilos entre ambos. En Aurtitz, puede llegar a 7. La medida que se utiliza para diferenciarlos es el litro. En Zubieta llegan a alcanzar los 10 litros.
1 Los toques de cencerro. En Ituren y Zubieta es uno, con doble eco (arriba y abajo). En el barrio de Aurtitz, son dos, con tres ecos.
2 El ‘Hartza’. Se incorpora a la comitiva en la bienvenida que brindan los joaldunak de Ituren a sus homólogos de Aurtitz y Zubieta.
3 El Pastor. Es la figura que acompaña al segmento de Zubieta. Ayer asumió este rol José Antonio Loiarte Mutuberria por indicación e invitación de Tomás Ibarra Indakoetxea, que fue curiosamente pastor en Estados Unidos
LOS COMPLEMENTOS
1 El ‘Ttuntturo’. Gorro de forma cónica. Está rematado en plumas de gallo. En Zubieta y Aurtitz, la parte superior es roja. En Ituren, en caso, es oscura. UnTtuntturo puede costar entre 100 y 300 euros.
2 Vellón o camisa blanca. El primero de ellos distingue a los joaldunak de Ituren y Aurtitz. Los de Zubieta llevan camisa blanca con el emblema de su pueblo a la altura del corazón.
3 Hisopo. Elaborado con crines de caballo. Se lleva en la mano.
4 Enaguas. Se incorporaron al vestuario hace 70 años.
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