Siete historias de emprendedores en tiempos duros

Hace siete años, Zeyra Alieva Dospatlieva debió aparcar un proyecto de lavado de vehículos a mano que procuraba el sustento familiar. “Motivos personales” cercenaron la apuesta emprendedora de esta mujer búgara y su marido, Nedko Lozanov Bayractarov. Aliviado el pesar que frustró su porvenir, regresaron meses atrás a la misma actividad no sin antes adentrarse en el laberinto “del papeleo” y bucear en la búsqueda de un nuevo local en el entorno de la Morea, donde estaba su negocio anterior y donde eran referencia para clientes habituales. Ahora, “cada llamada o mensaje recibido puede ser una sonrisa por la mañana”, observa ella en clave poética. Como cualquier otra iniciativa empresarial, regresar al camino andado no es tarea fácil. La experiencia de Zeyra, reconocida por el rótulo Rosargin, engrosa la nómina de propuestas nacidas en un período no precisamente boyante por el efecto de la crisis sanitaria en los cimientos de la economía. Iñigo Albéniz Goñi, Alberto Martínez Zozaya y Álvaro Nubla López unen sus conocimientos de ingeniería y Administración de Empresas en una microcooperativa de Energías Renovables. Por ser tres sus socios, su identidad no entraña mayor misterio pero sí una dosis de creatividad: Alkubo. La empresa de nombre geométrico, especializada en “el diseño, comercialización e instalación de proyectos de ingeniería basados en las energías renovables”, aúna el esfuerzo de tres jóvenes que hace dos años abandonaban las aulas con la ilusión de granjearse un porvenir en el mercado laboral. Tuvieron -aseguran- oportunidad de acceder por cuenta ajena, pero las ofertas recibidas no les resultaron convincentes. Su idea, añaden, les motivaba. “Viendo el panorama actual y también viendo las exigencias derivadas del medio ambiente, nos vimos en la necesidad de hacer algo que tuviese que ver con las energías renovables”. Con 24 años, Alberto Martínez como también Iñigo Albéniz lo tuvieron claro. La línea de trabajo que exploran pretende dar respuesta a una demanda: “La sociedad tiene una necesidad y nosotros vimos que había un nicho por explotar”. DISCAPACIDAD INTELECTUAL El recorrido cubierto por Imelda Buldáin Zozaya y Diego González Mariezcurrena es diametralmentre opuesto. Cuentan con experiencia laboral en el acompañamiento e inserción de personas con discapacidad intelectual. En el último cuatrimestre de 2020, alumbraron Incluye bajo un formato de sociedad microcooperativa de iniciativa social. “Uno de los retos -explica ella- es conseguir la inclusión de personas con discapacidad intelectual en todos los ámbitos de la vida. Y todos los apoyos van encaminados en esa línea. Estamos centrados en la inclusión en la comunidad con una vivienda integrada. Tratamos de preparar a personas con discapacidad intelectual para que puedan presentarse a oposiciones”. “Las ganas de trabajar y las circunstancias de la vida”, como precisa Diego González, sentaron las bases de Incluye. El azote de la pandemia no pudo con la ilusión por ayudar a personas con limitaciones pero también con capacidad para ser lo más autónomas posibles en su entorno. Cuando el confinamiento estrechó la movilidad a las cuatro paredes del hogar, una idea sobrevino a la mente de las hermanas Pili y Ana Lezáun Induráin: “Surgió El Patio Floristas para llevar la naturaleza, de una forma sostenible, a todos los rincones”. En esa época de relaciones limitadas había “ansias de reencuentro con la naturaleza. Hablábamos con la gente y nos decía que la echaba en falta”. DE LA VALDORBA El puente con el medio urbano seduce a las dos hermanas con la venta de flores o la decoración de eventos, sin descuidar su destreza en el reciclaje de pequeños objetos que “quedan olvidados en algún rincón y pueden tener una segunda vida”. Un portal digital y la apertura inminente de una tienda en la calle Monte Mendaur, de Pamplona, es su escaparate al mundo. Cuidan de un huerto en la Valdorba, donde nació la idea cuando respirar aire puro era un anhelo. La cultura, desde su sentido etimológico de cultivo, une a las dos hermanas en la puesta en común de experiencias, que acumularon con destrezas manuales y en el cuidado de un vivero de flores de planta ornamental. Ayer pudieron presentar su proyecto en el encuentro organizado por ANEL, junto a otros promotores que encararon con tesón los desafíos de la pandemia. Toda una prueba en tiempos duros.

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