Juan Pedro Jarauta (31 años), agricultor de Murchante: “Cuesta encontrar gente preparada en el campo”

De cinco hermanos solo él se dedica profesionalmente a la agricultura. “Me gustaría que mi padre se jubile y tenga tiempo para sus cosas”, asiente Juan Pedro, acompañado por su pareja, Irene Lainez, técnica de laboratorio. Este agricultor de 31 años de Murchante ha compaginado los estudios con el trabajo en el campo, pero fue durante la pandemia, preparando una ingeniería eléctrica y electrónica, cuando tomó la decisión. “Cuesta encontrar gente preparada y mi padre necesitaba peones”. Este trabajo, exigente entre hectáreas de tomate, brócoli y viñedos, se prolonga hasta las diez de la noche en verano y en invierno hasta las seis de la tarde. Al referirse al mayor problema que impide la incorporación de jóvenes a este sector, su pareja apunta que es un oficio exigente sin muchas compensaciones. “Metes muchas horas y no se paga. Como pareja lo veo muy duro. No me convence”, admite Lainez mirando a un Juan Pedro que quiere tomar la palabra. “Y hay que hacer muchas inversiones y préstamos”. A pesar de las dificultades, no oculta una sonrisa de satisfacción al evocar el día que dijo a sus padres que quería tomar el relevo. “¡Si ya lo sabían!”, esgrime ella, haciendo un gesto de desaprobación al escuchar qué sucederá en el futuro. “Si tenemos hijos prefiero que se dediquen a otra cosa. En este sector hay muchos factores que no dependen de uno”. Luego interviene Juan Pedro. “¿Mi sueño? Tener suficiente para vivir como agricultor y poder estar más tiempo juntos. Y como hace todo el mundo poder escaparnos unos días de vacaciones”. También aprovecha para mandar un mensaje este día electoral. “Que los políticos impulsen más ayudas, porque no son suficientes para los pequeños agricultores”. Con tres años ya paseaba por la granja porcina de la mano de su padre. Al recordar, le vienen momentos de “tranquilidad” y “felicidad”. En este marco, Ander Acarreta fue creciendo, y mientras estudiaba se dio cuenta de que el sector era un mundo desconocido sin gente preparada. Natural de Larraga, este joven es otro de los 27 alumnos que el martes recogió el diploma de incorporación al sector primario. Al cumplir los 20, tras aprobar un grado medio de Mecanizado y un grado superior de Mecánica industrial, se puso a trabajar definitivamente con su padre. “Es un poco esclavo pero tan bonito...”, coincide con su colega de profesión Daniel Larraya Palacios. Ambos utilizan “bonito”. El hijo de Marlén ha nacido con una espiga de trigo entre las manos. El mismo grano que hoy amarillea los campos de Navarra recordando que siguen ahí a pesar de todo. Bruno llegó a este mundo el 17 de abril, a las siete y media de la mañana, y pesó algo más de tres kilos. Al ser festivo, su madre, Marlén Jaso Montoya, gestora administrativa de 33 años, no tuvo que desplazarse de Olite a Villava para continuar con la formación de 200 horas que empezó en enero para incorporarse al sector agrario. En realidad, Bruno nació con un diploma bajo el brazo. Un certificado que su madre recogió el martes junto a otros 26 jóvenes agricultores y ganaderos (19 hombres y 8 mujeres). Savia nueva para un colectivo abandonado a su suerte del que depende la seguridad alimentaria . “La lucha contra el hambre es un desafío global”, establece la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU), instando a acabar con la desnutrición para 2030 y resaltando la importancia de la agricultura sostenible. Aunque parezca sorprendente, en pleno siglo XXI, tal y como alerta la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), ha aumentado el hambre y no ha dejado de hacerlo desde 2015. Existen 828 millones de personas que no tienen acceso regular a alimentos y, de ellas, 258 millones padecen hambre aguda. Las guerras, los conflictos y la violencia son las principales causas, pero los fenómenos meteorológicos extremos, los desequilibrios económicos y el aumento de los precios contribuyen a esta crisis alimentaria y nutricional. El CAMPO EN LAS REDES SOCIALES Hace aproximadamente 12.000 años, durante el Neolítico, el surgimiento de la agricultura revolucionó la historia, transformando el modo de vida. Cultivar la tierra, como base de la producción propia de los alimentos, permitió la formación de poblaciones. Los cambios eran tan transformadores que se fueron extendiendo de manera irreversible y a lo largo de milenios por todo el planeta. Y la transformación continúa gracias a la tecnología. Atrás va quedando la imagen del hombre de campo “con sombrero de paja y espiga en la boca”, describe en su cuenta de Instagram una de las ‘agroinfluencers’ con miles de seguidores. Gracias a las redes sociales los profesionales del sector agrario buscan educar mostrando el lado humano de su trabajo en la cadena alimentaria. “Todos vais a producir alimentos para Navarra”, se dirigió la consejera Gómez a los 27 jóvenes. “Vais a garantizar nuestra alimentación, la vida activa de pueblos y el ecosistema. Muchas gracias por esta opción de vida”. El acto finalizó y algunos tuvieron que regresar a sus explotaciones. Uno de ellos, Juan Pedro Jaurauta Aguado, acompañado por Irene Lainez, su pareja, se desplazó hasta Murchante. Y Marlén Jaso, madre de un bebé y un niño de dos años, a Olite. En el caso de Daniel Larraya y Ander Acarreta, ambos ganaderos, prefirieron quedarse para ponerse al día. “Mi padre solo me dice que piense dos veces lo que voy a hacer y que adelante”, comentó Acarreta, de 25 años. “Yo creo que todo va a salir bien”, animó Larraya.

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