¿Una industria 4.0? Primero, la Educación

Imagino que el lector habrá escuchado o leído acerca de la industria 4.0. Este término, acuñado por el gobierno alemán, se refiere al nuevo modelo de industria resultante de la creciente conectividad y automatización de los procesos manufactureros. Se inserta en la llamada 'Cuarta Revolución Industrial', caracterizada por la disponibilidad de datos masivos en tiempo real que pueden y deben aprovecharse para crear valor añadido en la toma de decisiones. Al parecer, según las declaraciones del consejero Ayerdi, el gobierno de Navarra desea, acertadamente en mi opinión, subir su estrategia de especialización productiva a esta ola que avanza con rapidez. Nuestro tejido productivo, marcadamente industrial, ya persigue algunas de las grandes oportunidades que se abren. De hecho, contamos con empresas e industrias, como la mecatrónica, situadas en primera línea para sumarse a esta transformación. Conviene recordar, sin embargo, que las oportunidades y fortalezas pueden devenir rápidamente en amenazas y debilidades. En ese sentido, la educación se antoja incluso más importante que en anteriores revoluciones industriales. Creo que es el factor clave para el éxito futuro de nuestro modelo económico; es el eje alrededor del cual podemos hacer de esta revolución un proceso de cohesión, de prosperidad para todos. Conforme se apliquen los avances tecnológicos a diversos sectores y modelos de negocio, no parece arriesgado afirmar que muchas ocupaciones de baja cualificación desaparecerán, porque tareas rutinarias serán realizadas por máquinas -robots en la industria, máquinas expendedoras en ciertos servicios y el e-commerce en la distribución son parte de nuestra vida cotidiana -. La novedad será que el trabajo de cualificación media y alta experimentará también este fenómeno, en menor escala. Lo harán aquellas tareas menos creativas, en las que la inteligencia artificial irá ganando terreno. Esta revolución tiene dos caras. Por un lado, la claramente positiva, con unas ganancias de productividad y bienestar que hemos de maximizar. Por otro lado, las fricciones propias del cambio de modelo. El reto es minimizarlas, sobre todo las resultantes de la necesidad de reconducir el factor trabajo a nuevas ocupaciones productivas. Alguien podría pensar que lo anterior nos devuelve a la eterna disyuntiva de eficiencia frente a equidad. En cierto sentido, es así. Pero podemos escapar de la dictadura de ese binomio aparentemente antagónico. La salida nos la brinda la educación, poderosa herramienta de cambio, capaz de llevarnos a mejoras simultáneas de eficiencia y equidad. En el futuro, las personas van a necesitar unos sólidos conocimientos técnicos. Serán muy importantes, porque quienes mejor entiendan la tecnología y sus posibilidades para la creación de valor añadido, más podrán aportar. Estos conocimientos, lógicamente, exigirán la enseñanza de nuevos contenidos y técnicas, por ejemplo, lenguajes de programación desde las primeras etapas formativas. Mientras seguimos enfrascados en debates poco productivos, en muchos lugares trabajan en iniciativas para expandir el conocimiento de la programación y el uso de la tecnología digital como medio de expresión y creación personal en los más diversos ámbitos. Esto debería preocuparnos. Así mismo, resultarán fundamentales habilidades y capacidades diferentes del mero aprendizaje de conocimientos y técnicas. Los expertos señalan algunas, como creatividad, capacidad para abordar problemas complejos, razonamiento crítico, habilidades interpersonales, inteligencia emocional, … Seguro que todas suscitan nuestro consenso, si bien por ahora carecen de la suficiente atención en nuestros centros escolares. Otro motivo de preocupación. Necesitamos que la educación evolucione a un modelo innovador y flexible, capaz de adaptarse a los cambios y necesidades del avance tecnológico. El gobierno puede y debe impulsar esa evolución. La buena noticia es que partimos con la ventaja de un sistema educativo que, sometido a una constante vorágine de cambios legislativos, ha sabido navegar y mantener su calidad (así lo atestiguan los rankings del Informe PISA, que nos sitúan a la cabeza de las CCAA). Tenemos algo de tiempo por delante, mas no podemos permitirnos el lujo de malgastarlo ni de dilapidar lo conseguido con polémicas ideológicas y estériles. Hacerlo significaría perder un tren que circula muy rápido.

¿Una industria 4.0? Primero, la Educación

Es economista.

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