Populismo trepador y clase media menguante

La gran crisis económica no sólo ha mutado a la sociedad española, también ha hecho girar bruscamente sus preferencias políticas. Como los investigadores sociales suelen repetir, el aumento del paro, el crecimiento de la desigualdad y la falta de expectativas ha tenido un reflejo claro en el voto y, sobre todo, en el auge de Podemos, convertido en la fuerza que ha recogido el descontento. El populismo ofrece enemigos evidentes y, sobre todo, recetas fáciles, eso sí, imposibles de cumplir por irreales. Una pura ilusión óptica, demagogia peligrosa, pero que se propaga con la misma velocidad que el fuego que ha devorado la Zona Media esta semana. La colilla que ha encendido el populismo ha sido la de la crisis y la corrupción... pero el viento que lo ha extendido tiene más raíces. CAMBIO SOCIAL EVIDENTE El sustrato de cambio social es evidente, también en Navarra. Contamos con la base sobre la que se ha construido la mayoría social hasta 2008, de clases medias, crecimiento del empleo fijo y oportunidades de mejora social. Y una sociedad naciente con más empleo precario, expectativas menguantes y teñida de las nuevas preocupaciones de la generación milenial, crítica y digital. Ambas se superponen hoy con un choque existencial que se plasma en esta fractura política evidente. No hay más que echarle un vistazo al actual mapa político de Navarra nacido de las dos últimas convocatorias de elecciones generales. La meseta central pamplonesa (los populosos II Ensanche, San Juan, Iturrama), con barrios maduros, más asentados económicamente, donde UPN es la primera fuerza con mucha distancia. Y los barrios que forman el siguiente círculo concéntrico, más jóvenes, con más precariedad e hipotecas, de Sarriguren a la Rochapea, donde es Podemos quien se alza con el liderazgo. Un proceso que se extiende a las localidades que abrazan Pamplona. Una pura simplificación, es cierto, de una realidad social que es mucho más compleja y rica. Pero que no deja de ser sintomática. Las encuestas electorales hablan también de esta brecha generacional y social en el voto. El apoyo a Podemos en Navarra se duplica entre los menores de 34 años frente a los mayores de 55 según el sondeo de CIES para este periódico. Arrasa entre los parados y estudiantes (más del 40% en cada caso) y se impone también entre los trabajadores por cuenta ajena, aunque mucho más ajustado. Representa una patada a un futuro que se antoja peor. TIERRA DE CLASES MEDIAS Y sin embargo, Navarra sigue siendo la tierra de las clases medias. La crisis no las ha destruido, aunque sí las ha erosionado. El paro sigue siendo de los más bajos de España y los salarios medios, de los más elevados a pesar de su estancamiento o caída en los últimos años. Si dividimos a toda la población en cinco grupos iguales por tamaño y en función de su nivel de renta, Navarra es la comunidad con menos población con las rentas más bajas, un 9,4% frente a un 20% de media nacional. Y, a la vez, es la segunda comunidad en rentas más altas, donde se engloban un 34,4% de los navarros, frente a un 20% de media nacional. Es decir, hay, sociológicamente, muchos menos pobres y más rentas altas. Los hogares que podían llegar con facilidad a fin de mes han pasado en Navarra del 60% antes de la crisis al 55% en 2015. Y los que tienen dificultades, del 40% al 45% según el INE. En el conjunto de España, los que tienen fácil llegar a fin de mes han pasado del 39% al 37% y los que tienen dificultades del 61 al 63%. De nuevo, aquí sigue habiendo mucha más estabilidad, sin discusión, aunque el impacto de la crisis ha sido algo mayor. LA GRAN PARADOJA En Navarra, se produce, por tanto, una gran paradoja. Es una comunidad mucho menos desigual que la media española pero tiene un voto populista (Podemos) superior a la media. Así que la lógica de la crisis económica no lo es todo en la explicación del ascenso del partido morado. Hay más. Es cierto que la repetición de los escándalos de corrupción nacional pesa también a nivel local. Y son un tumor que corroe los cimientos de la confianza en el sistema político. Pura ósmosis, aunque sea injusta, que no distingue ni entre partidos ni entre territorios ni comunidades. Los errores cometidos por los partidos tradicionales tienen su peso y su lentitud en reaccionar, más. Y, sobre todo, que aquí añadimos a la misma bolsa el voto anti-sistema radical vasco, un caladero tradicional de Bildu, que en estos comicios se ha ido a Podemos porque ha considerado que era más útil para votar contra Rajoy. En la suma habría que colocar también otro factor difuso pero real: la ruina de las expectativas en una sociedad donde las cosas no acaban de despegar y que se revuelve por ello. Sólo el conjunto de todos los ingredientes puede explicar el cóctel. Y algunos todavía están por descubrir y definir, sin duda ninguna. Dar con la fórmula correcta es la primera necesidad para saber cómo reaccionar, social y políticamente, contra este fenómeno. Sin un diagnóstico correcto, no tendrá cura.

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