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OPINIÓN

Mazazo sobre Gamesa

Un mazazo. Eso es lo que representa la decisión de Siemens Gamesa de recortar 107 empleos del grupo en Navarra. Es tan sólo una muestra más de la confusión que rige el mundo en el que habitamos. Ese donde las certezas, la solidez de las cosas, naufragan cada pocos meses para comenzar un nuevo ciclo de incertidumbres. La situación  de  Gamesa, una de las grandes empresas industriales de Navarra, lo ilustra  a la perfección.  Siemens-Gamesa es junto a Nordex-Acciona, la empresa cabecera del potente sector eólico de la Comunidad foral. Algo así como lo que supone  VW para el sector de la automoción. Gamesa da empleo directo en Navarra a más de 1.600  personas, con centros en Sarriguren (oficinas y servicios), Aoiz (fábrica de palas), Agustinos y Arazuri (logística) y tiene aquí instalados algunos de sus principales centros de decisión. Navarra representa un 40% de todo el empleo de la firma en España.
Gamesa se instaló en la Comunidad foral allá por 1994, de la mano de EHN, atraída por el incipiente desarrollo eólico en Navarra en aquel momento, que fue pionero en nuestro país. Construyó ya las seis primeras máquinas del parque de El Perdón, el primero creado en Navarra. Iberdrola era hasta hace poco el accionista de referencia de la compañía, que cotiza en bolsa, con una participación cercana al 20%.
El año pasado se planteó la venta de la mayoría del capital  de la firma a la  división eólica de Siemens, el gigante alemán de la industria. Se vendió como una fusión de ambas compañías, una operación pacífica y sin riesgo para el empleo, destinada a crecer y generar un líder mundial en el sector eólico.
Demasiado fácil. Los alemanes son los que ahora controlan más del 50% del grupo español. Desde la venta a Siemens, todo han sido turbulencias en el grupo. Problemas al acoplar los equipos directivos (lo que ha originado múltiples relevos en la cúpula en solo unos meses);  cambio de perspectivas económicas del ejercicio (incluida la paralización eólica en la India, uno de sus principales mercados) y hundimiento paralelo del valor de la compañía en la bolsa.  Claro, un caldo de cultivo perfecto para que “aparezca” la necesidad de tomar medidas que aplaquen la ansiedad  de los inversores internacionales.
En este contexto hay que leer la decisión de prescindir de 6.000 empleados en todo el mundo, 408 de ellos en España, que al final parece que quedan en 272. Y de ellas, la friolera de 107 en Navarra. Un bofetón inesperado y más tras las llamadas a la “esperanza” de empresa y Gobierno foral en los últimos días sobre la incidencia del recorte en Navarra. Hasta el Ejecutivo foral se ha quedado con su palabra en la boca, aunque el vicepresidente Ayerdi ha tenido, al menos, la gallardía de reconocerlo.
Lo más llamativo es el repentino giro de las perspectivas. De una fusión para liderar el futuro a un rosario de problemas encadenados que hacen ensombrecer  el presente. Y todo concentrado en un puñado de meses. ¿Qué lecciones extraer? La primera, que las grandes operaciones de compra-venta multinacionales son mucho más complejas y traumáticas, las más de las veces, de lo que sus protagonistas confiesan. Que las “sinergias” son, con frecuencia,  reducciones de empleo. Que la enorme distancia geográfica a la que se toman las decisiones  siempre es mala. Que el que manda en una empresa es el que tiene la mayoría del capital. Y_que el país que controla el capital tiende a sacar fuera de sus fronteras los sacrificios cuando hay que recortar empleo. Enseñanzas a tener muy presentes cuando Navarra  busca afianzar un cluster eólico para consolidar una industria que da empleo a más de 11.000 personas y que ha visto cómo, en los últimos años,  el centro de las grandes decisiones se desplaza en dirección a Alemania. 
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