Industria 4. 0, ¿moda o realidad?
Hablar de desarrollo industrial en una región, es hablar de Navarra, la región con mayor peso industrial en España, que supera el 30% del PIB y cuyas previsiones apuntan a una mejora del mismo para los próximos años, con objetivos concretos de incrementar un 10% el empleo industrial, y de alcanzar el 33,5% de PIB industrial. Así lo recoge el Plan Industrial Navarra 2020 donde la transformación industrial apoyada en las herramientas y habilitadores 4.0 cobra especial relevancia.
En paralelo, la industria mundial está reorientando su estrategia, por un lado la irrupción de las nuevas tecnologías de fabricación permite hoy en día contar con fábricas muy flexibles y capaces de personalizar productos. Y por otro la digitalización de toda la cadena de valor conecta en tiempo real a clientes, fabricantes y suministradores de materias primas, hecho que permite implantar procesos extremadamente ágiles, además del acceso a información estratégica sobre la experiencia de uso de los productos y servicios.
En un entorno más cercano, esta es también la realidad que nos rodea, y a pesar de que la penetración sectorial y geográfica es muy diferente, poco a poco cada vez más podemos encontrar empresas tecnológicamente avanzadas con nuevos planteamientos de modelos de negocio, y en consecuencia de procesos internos.
Sin embargo, un mal entendimiento de este proceso de transformación puede llevarnos a cometer errores que pasarán factura. Entre otros, equiparar industria 4.0 y digitalización, considerar que la mera aplicación de tecnologías disruptivas nos permitirá alcanzar los objetivos requeridos de competitividad y adecuación a las exigencias de la demanda, falta de conocimiento sobre como de verdad se comportan nuestros procesos o incorporar tecnología a golpe de talonario, sin pensar en cómo nuestro equipo humano va a extraer el máximo potencial de la misma.
Es cierto que los perfiles que necesitarán estas fábricas del futuro serán diferentes a los que tenemos hoy en día. Pero es igualmente cierto que en muchos casos tendremos que contar con gran parte de nuestros trabajadores. Por ello, es imprescindible establecer planes de desarrollo y capacitación de los mismos, armonizados con la estrategia de incorporación de tecnología de nuestra compañía. Por otro lado, ha llegado el momento de plantearnos cómo deben ser nuestras estructuras organizativas, si es que el organigrama como tal sigue existiendo.
Las estructuras organizativas mucho más planas y sobre todo flexibles posibilitarán un papel diferente de las personas, basado en el conocimiento tecnológico de los procesos, o lo que es lo mismo libertad y autonomía responsable. Se trata de perder el miedo a la tecnología, probar y errar para aprender y crear, pero aprender de forma estructurada.
Los escenarios industriales futuros combinarán un incremento del peso tecnológico con un papel reforzado de las personas como alma del sistema. Universidades y centros de formación profesional tienen importantes retos para los próximos años.
Si analizamos las dos principales industrias de navarra: automoción y agroalimentación, veremos cómo a pesar de las grandes diferencias que existen entre uno y otro en cuanto al grado de desarrollo e innovación, afrontan desafíos similares.
Aspectos como la trazabilidad unitaria, el rediseño de concepto de producto, donde otros agentes inesperados cogen cada vez más fuerza, o el cambio de perfil del futuro cliente, son ya un hecho en el sector de la automoción. En el mundo de la agroalimentación, es necesario afrontar igualmente importantes retos para adecuar las capacidades productivas, pensadas inicialmente para economías de escala, a la personalización extrema que también implica trazabilidad unitaria o la adecuación a nuevas legislaciones y mercados. Y si pensamos en otros sectores igualmente importantes, veremos que estos desafíos afectan en mayor o menor medida a todos, tanto industriales como de servicios.
La producción industrial en Navarra ha perdido peso con respecto al resto del Estado. En enero logró remontar, tras varios meses de decrecimiento, y registró un leve aumento, en torno al 0,4%, frente al 4% alcanzado por el conjunto del Estado. Seguramente sea como consecuencia de la situación de la industria de automoción, pero sea por lo que fuere, está claro que hay que tratar de revertirla.
A pesar de esos baches, hay elementos muy positivos en la industria navarra como el aumento del número de empresas exportadoras (6,6%), pero sobre todo, ese afán por hacer bien las cosas, por comprometerse con la creatividad, con el emprendimiento, con la competitividad y con la productividad, que siempre la ha caracterizado.
Lo que toca ahora es dar pasos hacia adelante, mirar a nuestro alrededor y analizar cómo podemos reinventar nuestros negocios. Sin olvidar que es necesario estructurar planes de desarrollo integrales que ataquen diferentes frentes, ya que los cimientos de la industria 4.0 residen en un modelo industrial robusto, ágil, flexible, y con personas preparadas para la toma de decisiones. Todo ello planteado de forma holística y buscando la armonización con el estado del arte.
Ana Santiago G-Bretón es CEO de Sisteplant
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