Banca y reputación, una carrera de obstáculos
Ha sido una semana densa. Sin duda. Incluidos los enormes sobresaltos en las cúpulas de la gran banca española con la reputación como telón de fondo. Y que son la demostración de que algo está cambiando, de que en la banca del siglo XXI evitar este daño en la notoriedad es indispensable.
La opinión pública asiste estupefacta al escándalo del espionaje presuntamente encargado por el BBVA en 2004 y 2005 cuando la constructora Saycr pretendió una OPA sobre el banco y éste habría usado los servicios del comisario Villarejo para espiar miles de teléfonos. De altos cargos del Gobierno de Rodríguez Zapatero (PSOE), que daba respaldo a la OPA, a los responsables de la CNMV. Lo que se conoce deja al descubierto la despiadada y sórdida batalla por el poder con mayúsculas. Ojo, fuera hipocresías. Todos sospechamos que estas batallas han existido siempre, pero conocer hasta donde habrían llegado escandaliza al más pintado.
El actual presidente del BBVA, Carlos Torres, sabe lo que se juega. La reputación es fundamental. Y las reglas del juego son ahora mucho más estrictas que hace una década. Afortunadamente. Tras la crisis, el Banco Central Europeo ya no perdona comportamientos como los que se describen en los papeles. Por eso, el nuevo presidente ha dado ya un primer paso. Reconocer a sus empleados que de ser cierto, sería un comportamiento “deplorable, además de radicalmente opuesto a lo que somos y lo que defendemos”. De hecho, el propio banco tiene abierta una investigación interna desde hace meses. Y, curiosamente, son dos juristas navarros, altos directivos de la entidad (Eduardo Arbizu y Joaquín Gortari), quienes están entre los encargados de ofrecer luz desde dentro. El torbellino periodístico, político y judicial está lanzado y nadie sabe hoy cómo va a acabar ni a quien se llevará por delante.
En el Santander, la noticia tiene otro cariz muy distinto y ofrece un desenlace inédito. El banco renunciaba al fichaje de su nuevo consejero delegado (el italiano Andrea Orcel) porque no había previsto lo que le debía pagar para compensarle de que en su anterior trabajo (el banco suizo UBS) no le pagan el “bonus” salarial al que tenía derecho (se habla de 50 millones) porque para los suizos se iba a la competencia.
Ante el problema de tener que justificar la millonada del fichaje, además de su sueldo, la presidenta del Santander ha decidido dar marcha atrás en el relevo. De nuevo, estaba en juego la reputación de la entidad. Demasiado incluso para la banca, tan mal acostumbrada a las indemnizaciones millonarias.
Y es que las instituciones financieras siguen en el ojo del huracán de la opinión pública. Por los errores propios y por los intereses ajenos, que de todo hay. El millonario coste del rescate financiero sigue pesando, con toda razón, en el subconsciente colectivo. Algunos, además, aprovechan este clima por puro interés político. Sin ir más lejos, en Navarra, el cuatripartito sigue con la interminable comisión sobre la desaparición de la CAN como entidad financiera, donde no hubo coste de dinero público. Pura estrategia electoral. A estas alturas, poco queda por descubrir. Así que todo lo demás, comisión incluida, responde sólo al descarado objetivo de desgastar al adversario. El gran problema es que los escándalos, como el del BBVA, los originan unos pocos y las consecuencias las pagan todos los demás.
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