"Tres horas y media soportando gritos en estéreo van a frustrar mi canonización"
Desde hace muchos años, el ALVIA Pamplona-Madrid es mi tercera casa. Es una casa rodante desde cuya ventanilla saludo a cada encina. Ellas responden a mi saludo porque son mucho más educadas que mis vecinos. El ALVIA nos redimió a muchos del viaje en autobús, con parada en Soria para una micción aproximativa y un pincho de tortilla fría. Entre el humo del tabaco y el habitual concurso de ventosidades, el viaje de cinco horas resultaba muy ameno, al menos hasta Torrejón de Ardoz, donde cada domingo nos esperaba un atasco. Albricias, pensamos, cuando se puso en servicio el ALVIA: el tren moderno había llegado a Mordor. No sabíamos que era el hermano tonto del AVE. Barato no era, pero qué tiempos aquellos en que te servían una comida de astronauta. De los primeros alvias a los actuales han cambiado muchas cosas, pero no las velocidades, pues a mitad del trayecto parece un tren moderno, hasta que cambia de vía y se transforma en una diligencia. Es un tren de mediana velocidad, ni alta ni baja. Por el incómodo precio de veinte euros, ida y vuelta, puedes viajar con tu perro en un trasportín, siempre que este no rebase el tamaño y peso de una rata muy gorda. El personal es amable y atento, pero ya no reparten auriculares de plástico. Hasta aquí las ventajas. Lo malo no es el ALVIA, ni las vías con doble personalidad, sino los compañeros de vagón, quienes, si tienes mala suerte, te harán un trayecto inolvidable con sus confesionarios móviles, esos teléfonos a los que gritan intimidades. Prometo que en algún trayecto Pamplona-Madrid yo era santo al subir al tren y un perfecto energúmeno al llegar a Atocha. Tres horas y media soportando gritos en estéreo van a frustrar mi canonización. Creo que no descubro nada nuevo. Usted también ha escuchado vidas ajenas, reproches, órdenes, súplicas y hasta algún comprometido mensaje de audio. Dicen que en el AVE puedes elegir, previo pago de un suplemento, el vagón del silencio. Sería un buen título para una novela no basada en hechos reales.