Agravios, mezquindades y anomalías
Aparto la mirada del ordenador y miro por la ventana, hoy, once de noviembre, y veo una batalla aérea de moscas. Los puñeteros insectos, que diría Dámaso Alonso. Mi perro los caza al vuelo y se los come. Se relame después de tragar esta anomalía: moscas en noviembre. Toda época ha experimentado anomalías, pero estos extraños años veinte parecen complacerse en que la realidad se haya disfrazado de rareza. Pienso en la Ley de Memoria Democrática (sic) que trata de controlar el pasado, como el Partido, así con mayúscula, de la novela de Orwell, 1984 que, al parecer, Feijóo no ha leído. Esto no es una anomalía: para el poder, central o regional, la cultura es una meretriz barata. Pedro Sánchez citó “al gran Blas de Otero” sin haberlo leído ni, por supuesto, a Luis Cernuda, cuya autoría asignó al poeta bilbaíno. No sé si me explico. Una recomendación a los políticos iletrados, ahora que estamos en berrea preelectoral: no se fíen de los ademanes culturetas de sus gabinetes de prensa. Veamos un ejemplo reciente de anomalía. Aplicada la ley antes mencionada, el gobierno central retiró la Medalla al Trabajo a Félix Huarte, concedida por el régimen franquista. Hace apenas un mes se conmemoraron los Encuentros Pamplona 72/22, que el empresario y político financió íntegramente de su bolsillo. La consejera de Cultura y Deporte, Rebeca Esnaola, calificó la reedición de “éxito”. No es para menos: doce mil personas acudieron a las exposiciones, coloquios, conferencias, etc. Nada de eso hubiera sido posible sin la generosidad y visión de Félix Huarte, allá en 1972. El año anterior le fue concedida la Gran Cruz de la Orden Civil de la Beneficencia, pero no sé por qué esta distinción franquista no le ha sido retirada. Como tampoco, con cierta condescendencia semántica, la Medalla de Oro, concedida a título póstumo por el Gobierno de Navarra. No es cuestión de pecheras tintineantes, sino de agravios, mezquindades y anomalías. Por cierto, ahí fuera hay muchas moscas. En noviembre.