"Lo que sí nos enseña la historia es que toda utopía política lleva aparejada una matanza de proporciones oceánicas. Podéis ir en paz"
El martes se nos olvidó respirar. Al parecer, Rusia había atacado a Polonia. “La abuela ha muerto” fue la necrófila frase en clave dictada desde Berlín para iniciar la invasión de Polonia. Hay precedentes más cercanos, como la crisis de los misiles de Cuba de 1962, que a punto estuvo de que todos los boomers no camináramos sobre la Tierra. El cine se ha encargado de dramatizar el episodio. Según los informes de los expertos, los restos balísticos caídos en suelo polaco pertenecían a Ucrania, pero ya saben que la primera víctima de la guerra es la verdad. Como soy aficionado al cine bélico (¿debo excusarme por tener gustos tan machistas?) estoy viendo Sin novedad en el frente, de Lewis Milestone. De momento, puedo decir que es muy recomendable. Aunque la realidad nos desagrade sobremanera, no ha habido un siglo en la historia de la humanidad sin su ración de sangre y fuego. Incluso los episodios mitificados por los creyentes en la utopía, como la Comuna de París, dejó cuarenta mil cadáveres. El corto verano de la anarquía, que diría Magnus Enzensberger, quien dedicó ese título a una novela sobre la vida y muerte de Buenaventura Durruti, aquel benemérito demócrata, defensor de la revolución social basada en el uso de la violencia, y cuya columna de milicianos purgaba periódicamente de prostitutas, aplicando a aquellas mujeres un piadoso fusilamiento colectivo. Quería tomar Zaragoza mientras por el camino colectivizaba tierras, episodio que romantizó el cineasta Ken Loach en Tierra y libertad. El historiador Anthony Beevor acaba de publicar Rusia: Revolución y Guerra Civil 1917-1921, que es una sucesión de espantos. Agitas el libro y tus zapatos se cubren de coágulos de sangre. Ignoro cuáles son las auténticas causas que han llevado a Putin a una guerra desastrosa, ¿el paneslavismo?; ¿devolver a Rusia los límites del antiguo imperio zarista?; ¿los recursos energéticos? Lo que sí nos enseña la historia es que toda utopía política lleva aparejada una matanza de proporciones oceánicas. Podéis ir en paz.
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