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"Pablo Iglesias pertenece a esa variante de la izquierda que tocó poder y se dio de bruces con la realidad"

He de reconocer que Pablo Iglesias me tiene fascinado. Así como Ione Belarra es una extraterrestre que ha llegado a la Tierra para solucionar los problemas de los mastines y cree firmemente en su misión redentora, Pablo Iglesias pertenece a esa variante de la izquierda que tocó poder y se dio de bruces con la realidad. Enemigo de la misma, descendió de la alfombra roja para parapetarse en la ingeniería social de las aulas universitarias y de los medios de comunicación. Su auténtica vocación es ser el Jiménez Losantos de la izquierda sin coleta. Esta semana publicó un bonito tuit en el que sugería que a Tele 5 le debería ser retirada su licencia de emisión por haber entrevistado a Abascal, al tiempo que alababa a Lula Da Silva por destituir a los directivos de los medios públicos nombrados por Bolsonaro. “Así se combate al fascismo”, sentenció. En España, la sustitución de cargos en RTVE es algo que PSOE y PP aplican con purgativa puntualidad. En 2014, cuando Pablo Iglesias iba a asaltar los cielos, afirmó en una entrevista: “Que existan medios privados de comunicación ataca la libertad de expresión”. Repitió el oxímoron en distintos medios y gente presuntamente demócrata le compró el mantra. Ahora trata de financiar un nuevo canal de televisión digital que, para mi sorpresa, no se llamará “Aló, Pablo”, sino “Red”, para lo cual anda a la busca de financiación privada sin rubores pequeñoburgueses. Ha pasado la escudilla entre sus seguidores, a los que arenga en un vídeo: “Estamos cansados de tirar piedras, queremos un tanque”. Ha recaudado 185 mil euros para comprar su carro (de combate). Lo cierto es que a tenor de las encuestas de intención de voto (salvo la de Tezanos, que es demoscopia chamánica), el fundador de Podemos puede comprobar que su criatura termina en nonato, a pesar de Yolanda Díaz, esa burbuja de Freixenet. Los políticos han entrado en fase de berrea electoral, de modo que los afanes de Pablo Iglesias son una anécdota marginal. Como él, que casi inspira compasión.
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