"Mientras el absorto ciudadano vive sumido en el invierno y la factura del gas, los políticos están floridos y primaverales"
Como dicen los que saben de la cosa política, ahora todo debe interpretarse en clave electoral. Los políticos sienten antes que nadie los brotes prematuros que les afloran en la piel: orugas procesionarias, polen, eccemas, alergias… Mientras el absorto ciudadano vive sumido en el invierno y la factura del gas, los políticos están floridos y primaverales, dispuestos a la pelea, al apareamiento. Una corriente de feromonas invade su torrente sanguíneo y, como todo animal en celo, no atiende a más razones que la perpetuación de su especie. Para gozo de apocalípticos desvertebrados, unos misteriosos globos han sido derribados por la aviación militar estadounidense. Ya están aquí, es Mars Attacks, pero con marcianos comprados en un chino. A nuestros políticos no les hace falta apelar a una invasión alienígena llegada en globo… ¡en globo! Los nuestros se las apañan para inflar cada día uno de helio con brillos metálicos para que los medios de comunicación y nosotros, incrédulos votantes, miremos todos los días cómo se eleva un globo destinado al olvido. Tenemos para todos los gustos: con forma de pezones, de busto goyesco, de perro maltratado, de seguro privado… Ante el shock hipovolémico que puede prever la coalición que nos gobierna gracias, entre otros aciertos, a la chapuza legislativa perpetrada por Irene Montero, hay que hinchar globos. La más rápida en inflar el perro fue Ione Belarra, que soltó el globo de Mercadona y Juan Roig, aunque el tiro le saliera por el Hacendado. Más cerca, el siempre exquisito Joseba Asirón, hinchó esta semana el globo sonda de unos sanfermines sin encierro ni corridas de toros. Más que nada, por ver si de ese modo él mismo se aclara con la cuestión, pues dice ser taurino ocho días al año –lo que dura una gripe- y antitaurino el resto del año. No acaba de coger el toro por los cuernos. Seguiremos vigilando el cielo, más pronto que tarde veremos un nuevo globo cuya superficie nos refleja a todos, diminutos y crédulos.
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