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"La reaparición estelar de Tamames refleja el desconcierto general que invade toda la vida pública española"

Avatar del Jose María Romera Jose María Romera18/03/2023
Carece de sentido preguntarse si este Tamames que aguarda en capilla su postrer momento de gloria política de la mano de Vox es el mismo Tamames a quien en aquel mitin de 1977, celebrado en el salón de bailes del Amaya, oímos predicar con entusiasmo las virtudes del eurocomunismo con el tono conciliador de la Transición. Si raro parece que Vox haya elegido a un candidato tan ajeno a sus postulados, no menos inexplicable resulta que el viejo economista se haya prestado a representar al partido de la ultraderecha, y más en una moción de censura destinada al fracaso. Al fracaso político, entiéndase, no así al teatral. La historia da a veces bandazos, pero más los da la edad y especialmente si esta viaja del brazo de la vanidad. De lo que no cabe duda es de que la reaparición estelar de Tamames en escena refleja el desconcierto general que invade toda la vida pública española de izquierda a derecha y del centro a la periferia. Quién iba a decirnos que, en medio de tanto encontronazo como se viene prodigando entre los sectores jóvenes del gobierno y del parlamento, el agente más disruptivo de nuestra democracia iba a ser un nonagenario. A falta de argumentos para el análisis político, las críticas mayoritarias contra la iniciativa se han inclinado por el enfoque edadista. Ya lo vio Oscar Wilde: la juventud de hoy en día no le tiene respeto ni al pelo teñido. Es cierto que Tamames dejó atrás esa etapa de la vida en la que el cuerpo le empieza a dejar a uno en ridículo, y que lleva tiempo instalado en esa otra en la que el cuerpo le suele dejar a uno directamente en la estacada. Pero no por ello ha perdido la lucidez. He leído de cabo a rabo su discurso filtrado por la prensa -son los riesgos de disponer de tiempo libre: hay quien lo consagra al naipe y quien da en la manía de leer papeles- y he de reconocer que es una pieza apreciable en fondo y forma, redactada en tono respetuoso y centrada en los problemas del país, con escasas concesiones al patriotismo flatulento de Vox. No es la perorata de una moción de censura, sino más bien el soliloquio de un intelectual algo trasnochado pero con la mente en buen estado a quien el azar y la frivolidad ajena han brindado la ocasión de levantarse su propio monumento para la posteridad.
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