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PAMPLONA

Todavía huele a San Fermín

Ampliar Más de una semana después de las fiestas de Pamplona, el Casco Antiguo todavía se viste de San Fermín y grupos de turistas se enredan con retraso en el recorrido del encierro. P.Z.
Más de una semana después de las fiestas de Pamplona, el Casco Antiguo todavía se viste de San Fermín y grupos de turistas se enredan con retraso en el recorrido del encierro. P.Z.
  • PAULA ZUBIAUR.PAMPLONA
Publicado el 21/07/2012 a las 22:34
Ahora le toca a la ciudad pasar la resaca. Una semana después de San Fermín, en el Casco Antiguo de Pamplona todavía se respiran las fiestas; sobre todo en rincones del recorrido del encierro, donde el vino recuerda lo que otros quizá olvidaron. Como parte de la resaca de las fiestas, grupos de turistas despistados entran al Museo del Encierro o se paran en la curva de Mercaderes. Se fotografían con el santo, dibujado en el palastro que en los encierros protege la entrada al número 1 de la calle Estafeta. “La mayoría de turistas que están ahora en Pamplona viene aquí por el Camino de Santiago o en viajes organizados con agencias”, aclaran desde el punto de información en la Plaza Consistorial. Los extranjeros van y vienen buscando direcciones en un goteo constante.

Despegan su vista del mapa hacia la entrada del Ayuntamiento y recorren su fachada, por los balcones barrocos ahora desnudos, hasta el reloj y los querubines que tocan el cielo. Luego entran en las calles para enredarse y descubren camisetas, fajas y pastas del santo en los escaparates, que siguen vestidos de fiesta.

Entre comercio y comercio todavía ven a Caravinagre, que les mira de medio lado, y carteles que anuncian caducos la Feria del Toro. Ya no hay sitio para los recortadores, ahora que toca vender cursos de verano. Mientras el turista avanza manso sobre los adoquines, lo mismo se para para tomar un helado.

En estos días, la temperatura en la ciudad invita al paseo. En el de Sarasate, la tómbola de Cáritas se desmonta detrás de unas vallas. Al lado de la caseta donde se recuentan las bolsas de boletos, una tabla reparte suerte desde el suelo. Los autóctonos se acercan a comprobar los números ganadores de los sorteos. Más de uno se irá tratando de recordar dónde puso sus papeletas. A muchos les aparecerá en la mano cuando vuelvan a enfundarse los pantalones blancos de las próximas fiestas.
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